jueves, 22 de febrero de 2007

LA BASE DEL ANARQUISMO EN EL ISLAM


por Abdennur Prado

Desde el punto de vista del islam tradicional, la reivindicación de la libertad puede ser problemática, en la medida en que no se nos aclare en relación a que se reivindica dicha libertad. De entrada, no debemos dar por descontado que una comprensión ilustrada del término libertad tenga un equivalente en el vocabulario islámico tradicional, por lo menos no en un sentido histórico característico de la evolución europea, en la cual la libertad ha acabado teniendo un significado político antes que metafísico, y esta ligada al rechazo del Absolutismo. Si miramos hacia atrás, nos damos cuenta de que el concepto de libertad ha causado malos entendidos en el mundo islámico, en la medida en que ha sido asimilado al ateísmo y al liberalismo libertario, y estos a la disgregación de la sociedad tradicional. Luego, según los sectores, ha sido rechazado o sublimado.

Este malentendido se comprende en relación a la cosmovisión islámica. En el Corán, la libertad se opone al estado de servidumbre de todas las criaturas hacia el Creador. No olvidemos que muchos musulmanes llevamos en nuestro nombre la palabra árabe ‘abd, que significa siervo o esclavo. Yo mismo soy Abdennur, el Siervo de la Luz. Desde la cosmología coránica, se dice que el hombre en estado de naturaleza es un ‘esclavo de Al-lâh’ (‘abdal-lâh), del mismo modo que el girasol es esclavo del sol, por hallarse vinculado a él de un modo orgánico. El Corán afirma que todas las criaturas son siervas de su Señor, que cantan sus alabanzas y lo adoran según un modo intrínseco a su naturaleza. El volar, el quemar o el mojar son modos que tienen los pájaros, el fuego y la lluvia de adorar a Al-lâh, de servirle. Si el fuego dejase de quemar dejaría de ser siervo de Al-lâh, se liberaría de su servidumbre, pero también dejaría de ser fuego. No se ve que ganancia obtendría de ello, excepto el vivir contra si mismo.

Se trata en primer término de una cuestión cosmológica y no política, aunque esta concepción tiene implicaciones políticas evidentes. El estar esclavizados a Dios no implica en realidad una cadena ni una limitación para la criatura, no tiene ninguna de las connotaciones negativas que en un ámbito político y social tiene el término esclavo. Se trata simplemente de un vínculo orgánico de cada criatura con el Todo, un vínculo interior y propio de su naturaleza más íntima, y por tanto indestructible. Este vínculo es presentado en el Corán como un pacto pre-eterno, anterior a nuestro propio nacimiento. Al-lâh pregunta a las criaturas antes de ser creadas: ¿acaso no soy vuestro Sustentador? La respuesta afirmativa es lo que determina el paso de la no existencia a la existencia, como una voluntad de vida inserta en lo más profundo de toda criatura. Este Sí anterior a nuestro nacimiento se prolonga en vida mediante la práctica de adoración (‘ibada, lo que hace del musulmán un ‘abd, un siervo).

El reconocimiento de este vínculo, de esta ‘servidumbre positiva’, es el islam, palabra que suele traducirse como ‘sometimiento a Dios', pero que más bien tiene el sentido de entrega, libramiento. Este librarse a la Realidad y aceptar que somos seres contingentes, destinados a su acabamiento, es el origen de todos los valores que los musulmanes compartimos con otras tradiciones, no solo religiosas sino también filosóficas y humanísticas: solidaridad, generosidad, hospitalidad, amor, sosiego, desapego… Todo esta enlazado, todos somos Uno. Ashadu la ilaha illa Al-lâh: reconozco que no existen dioses sino Al-lâh, la Realidad Única. Se trata de una alianza por la cual toda criatura reconoce su dependencia ontológica del Creador de los cielos y la tierra, se reconoce dependiente de las condiciones eternas de la vida, reconoce que no es algo desgajado del Todo donde se desarrolla su existencia, reconoce que no es una criatura aparte de la Realidad, reconoce que esta vinculado al resto de las criaturas por un lazo invisible pero sólido, incluso material, que llamamos Rahma: misericordia creadora, compasión, pasión compartida entre el Creador y las criaturas.

En este nivel cosmológico, la libertad se equipara a la rebelión contra lo eterno, al rechazo de la solidaridad, de la aceptación de nuestra contingencia, al intento de destruir lo indestructible. Para un musulmán, esta libertad se presenta como una ficción. En este punto, se comprende que muchos musulmanes sospechen que la libertad proclamada en occidente no es más que un ídolo, que todo el aparato mediático en el cual se exterioriza esta libertad no es más que un engaño destinado a romper los lazos de compasión en los que se sustenta una sociedad sana, para instaurar otras dependencias, otra forma de esclavitud inconfesable. El musulmán prefiere ser esclavo de Al-lâh antes que una pieza más de este engranaje. Rechaza la falsa libertad de los mass media como un sucedáneo de la verdadera libertad.

A este sentimiento contribuye la islamofobia que impregna los mass media, la hipocresía de aquellos que hablan de libertad en un mundo cada vez más institucionalizado. Nos encontramos con una libertad mediatizada, valga la redundancia, en la cual las noticias se generan y difunden al servicio de determinados intereses. Un mundo en el cual las noticias incluso se fabrican y las opiniones se escogen según lo programado. En este mundo oscuro de los medios de comunicación de masas a los musulmanes se nos cierran las puertas, solo somos llamados como figurantes, para corroborar o desmentir la idea pre-determinada que se quiere transmitir. Así pues, no podemos sino sonreírnos ante la defensa que hacen algunos de la libertad como un valor absoluto. Hay que ser muy ingenuo para afirmar que en estos momentos existe en algún lugar esta libertad. Es cierto que existe libertad de expresión, que nosotros estamos aquí y somos libres de decir lo que nos viene en gana, pero también es cierto que existe un nivel en el cual se difunden las ideas que llegan a las masas, y que de este nivel estamos excluidos.

Lo mismo que hemos dicho sobre la libertad de expresión se aplica a otras formas de libertad reivindicadas por el pensamiento liberal. La libertad de elección de nuestros gobernantes, base de la democracia, parece hoy en día limitada a la elección entre determinadas opciones políticas previamente preseleccionadas por las instancias económicas que ejercen su tutela sobre el proceso democrático.

Ahora bien, ¿quiere todo esto decir que los musulmanes rechazan la libertad de expresión y de conciencia, así como la libertad de elección de sus gobernantes? En absoluto. Lo que quiere decir es que el musulmán no acepta las limitaciones que el mercado y la creciente institucionalización de la vida impone a su libertad, como espacio interior en el cual la intimidad con Al-lâh se hace posible. Esta libertad interior no es el ruido de latas de los medios, sino un silencio que proviene de nuestras oraciones, el vacío de las representaciones en el cual Al-lâh se nos revela. La libertad que reconoce el musulmán es la libertad del hombre del desierto, el espacio infinito que brota de nuestro desapego. No es pues una libertad que este bajo la tutela del Estado.

La libertad es un estado interior que nos capacita para rechazar el mundo de las representaciones, rechazar la ficción de poder con la que algunos se revisten, rechazar todas sus manipulaciones y mentiras. En este sentido, se entiende que algunos califiquemos el islam como un ‘anarquismo espiritual’. Fijaos hasta que punto llega este anarquismo en algunos pensadores del islam clásico, como Ibn Jaldún: “El orden político y educativo es contrario a la fuerza del alma porque encarna una instancia de control exterior”. Es decir, que el concepto cosmológico de la sumisión a Dios en el islam no se traduce en sumisión a una institución humana, sino todo lo contrario. El concepto de sumisión a la Realidad Única conduce al rechazo de toda coacción exterior como contraria a la naturaleza. Todo esto se basa en la idea de que el ser humano es en esencia noble, de que su estado de naturaleza es superior a su estado de cultura. Esto no quiere decir que naturaleza y cultura sean opuestas, sino que es desde el estado de naturaleza desde donde brotan todas las construcciones culturales, no en oposición a la naturaleza, sino como su corona.

Como vemos, en el pensamiento islámico tradicional se da una aparente inversión del valor de las palabras tal y como son presentados en el pensamiento liberal del siglo XIX. Se diría incluso que la Ilustración europea no es sino una inversión de los valores que acabamos de evocar, con su obsesión por la institucionalización y el control de la vida, por la instauración de la biopolítica como paradigma de la modernidad. Claro que esta oposición es solo aparente, ya que no pueden ponerse en el mismo plano el concepto teológico de la libertad de la voluntad con el concepto de las libertades civiles propio de la cultura liberal, que implica un marco de relaciones diferente. Como dice Abdallah Laroui, “la doctrina liberal plantea el problema de la libertad en el marco del Estado; éste significa antes que nada un orden legal”. En cambio, “en la sociedad árabe tradicional, Estado y libertad son cosas totalmente contradictorias”.

Si se comprende lo anterior, se comprenderá lo necesaria que es la libertad de expresión y de conciencia hoy en día para los musulmanes, cuando el islam se impone como una religión de Estado. Me refiero al islam legalista de las mezquitas controladas por predicadores a sueldo de ministerios de asuntos religiosos, encargados de cortar cualquier atisbo de creatividad entre los fieles. Mezquitas y universidades de gloriosa historia, convertidas hoy en púlpitos de una religión misógina y totalitaria, puesta al servicio del poder. Este pensamiento reaccionario dentro del islam ha anulado completamente el anarquismo espiritual inherente a la revelación coránica, mediante la imposición de una concepción de la Sharia como legislación de Estado, en sustitución de los códigos jurídicos impuestos por el colonialismo.

Abdennur Prado *. Barcelona.
Colaboración. El Inconformista Digital.-

* Abdennur Prado es presidente de Junta Islámica Catalana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece interesante la reflexión sobre la libertad, pero esa supuesta anarquía espiritual la tendrán unos pocos iluminados, porque la inmensa mayoría de los musulmanes parecen esclavos del islam legalista y controlador. La definición de libertad como estado interior para rechazar las representaciones y la ficción de poder aplicada a Occidente, ¿quién la tiene en el mundo musulmán? ¿Qué musulmán rechaza las representaciones que les levanta su propia religión y su gobierno, sus manipulaciones y mentiras? No nos engañemos: en general,el control exterior que ejerce el gobierno y la religión musulmana extermina cualquier atisbo de libertad verdadera, la de rechazar o elegir otra cosa a la que ellos me dictan.