lunes, 5 de febrero de 2007

LA CONJURA DEL DUQUE DE MEDINA-SIDONIA


José Calvo Poyato, Historiador.

El Duque de Medinasidonia y el marqués de Ayamonte protagonizaron en 1641 un episodio interpretado como un intento de sublevar Andalucía contra Felipe IV.

Este episodio continúa en la actualidad después de más de tres siglos y medio, ofreciéndonos perfiles oscuros y aspectos propicios a la polémica.
A la interpretación tradicional una conjura por nobles ansiosos de poder se ha unido la de considerar lo acaecido, o más bien lo planeado, como un movimiento secesionista al estilo del protagonizado por portugueses y Catalanes. También se ha defendido la tesis de que la conspiración del poderoso magnate andaluz no existió nunca y todo fue un montaje del Conde Duque de Olivares provocado por la envidia que e1 valido le tenía al duque de Medinasidonia a por el hecho de ser miembro de una rama menor de la misma familia: los Guzmanes.

Los conspiradores
El IX duque de Medinasidonia, el personaje acusado de conspirar contra Felipe IV, era don Gaspar Alonso Pérez de Guzmán, representante de la rama mayor de su familia, considerada según alguna expresión contemporánea, como los reyes de Andalucía. Se convirtió en duque de Medinasidonia al morir su padre en 1636, tenía entonces treinta y tres años y estaba casado con una tía suya, doña Ana de Guzmán. Las finanzas del ducado, pese a la inmensa fortuna de los Medínasidonia, pasaban por un momento de graves dificultades y sobre ellas pesaban numerosas hipotecas. A esa situación no era ajena el dispendio con que el duque había agasajado la visita que Felipe IV realizó en 1624 al coto de Doñana. También había influido el lujoso tren de vida llevado en la corte por don Gaspar Alonso durante los años inmediatamente anteriores a la muerte de su padre. Al asumir la jefatura de la casa, el duque de Medinasidonia también ocupaba otros cargos de relevancia como era el de la Capitanía General de la Mar Océana y Costas de Andalucía, lo que suponía la responsabilidad militar de un amplio espacio geográfico que iba desde la desembocadura del Guadiana hasta el estrecho de Gibraltar, penetrando veinte leguas tierra adentro. En el ejercicio de estas funciones, había dirigido las operaciones de lucha contra los portugueses cuando un movimiento de rebelión sacudió el Algarve en 1637. Colaboró en dicha tarea el duque de Braganza que, en 1632 había contraído matrimonio con doña Luisa de Guzmán, hermana de don Gaspar Alonso.
En la conspiración hubo otro protagonista, don Francisco Antonio de Guzmán y Zúñiga, marqués de Ayamonte y miembro de otra de las ramas menores de la poderosa familia de los Guzmanes. Había nacido en 1606 y era el titular de un señorío pobre y con recursos muy limitados. Su prodigalidad le llevó a tal estado de endeudamiento que, desde 1636, la administración de sus rentas había sido asumida por el Consejo de Castilla. También tomó parte en la mencionada expedición a Portugal.

La situación de Andalucía hacia 1640
Las noticias que en la Corte se tenían sobre la situación de Andalucía hacia 1640 no eran halagüeñas. En Sevilla había surgido un pasquín en el que aparecía dibujada una mujer con los pechos descubiertos, tan abultados y caídos que parecía ahogada por su peso. El dibujo tenía una leyenda: «El peso de aquellos pechos no me dejan mover». Otra inscripción rezaba: «Pues levántate».
La alusión no podía ser más clara. La voracidad fiscal del Gobierno había gravado con numerosos tributos llamados también pechos las economías de toda la población, pero con mayor dureza las de los más débiles, y en Andalucía el peso de la fiscalidad era más fuerte que en otras partes de la monarquía. El propio Quevedo ya dejó sentado por aquel entonces que en materia de impuestos eran las dos Castillas y el reino andaluz quienes soportaban el mayor peso de la cruz impositiva. Esta presión fiscal, originada por la política del conde duque de Olivares, había afectado incluso a la nobleza. Así, por ejemplo, muchos grandes señores, que en sus dominios cobraban un impuesto tan sustancioso como era el de las alcabalas una especie de IVA de la época cifrado en e1 diez por ciento, habían sido amenazados con su pérdida desde altas instancias cortesanas si no aportaban un generoso donativo. Tanto el duque de Medinasidonia como el marqués de Ayamonte se vieron gravemente afectados en sus privilegios económicos por este procedimiento.

Asimismo hemos de tener en cuenta la grave crisis que había producido el llamado baile del vellón alteración del valor real de las monedas a las que se quitaba plata y se le añadía cobre que, en 1641, vivió uno de sus momentos más críticos al devaluarse estas monedas de cobre en proporción a la plata quitada en sus acuñaciones. La medida tuvo especial influencia en los centros urbanos y mercantiles. Por ello no nos extraña que el pasquín de los pechos viese la luz en Sevilla, única ciudad. peninsular junto con Madrid, a la que se podía dar un carácter verdaderamente urbano. En materia económica la capital andaluza era la cabeza del comercio con las Indias y el centro mercantil más importante de la monarquía. En las zonas rurales la situación no era mejor. En 1637 se había decidido poner en venta los terrenos baldíos del reino de Granada. Se trataba de terrenos que eran propiedad de la Corona, pero de los que se aprovechaban los Ayuntamientos y muchos vecinos para que en ellos pastasen animales, se recogiese leña, se pudiese cazar o se recolectasen frutos silvestres como bellotas, setas o espárragos que ayudaban a sobrevivir a las clases más necesitadas. Las protestas ante la orden de venta fueron numerosas, pero como el Gobierno obtenía algunos fondos de los compradores particulares, su decisión fue la de extender las ventas a los otros reinos de Andalucía: Córdoba, Jaén y Sevilla. La venta de los baldíos a particulares provocó fuertes tensiones sociales en numerosos lugares: jornaleros, pequeños ganaderos y arrendadores vieron reducirse sus ya difíciles posibilidades de subsistencia.
Al malestar que produjo la venta de baldíos, sumado a la presión fiscal y al endurecimiento de las cargas señoriales muchos nobles trataban de resarcirse de los donativos que les exigía e1 Gobierno imponiendo exacciones a sus vasallos, se unió el encarecimiento de los precios de artículos de primera necesidad como el trigo. Todo ello perfiló un panorama muy tenso en la Andalucía de 1640, que acabaría por cristalizar en una oleada de motines y rebeliones acaecidos en diversos puntos de su geografía entre 1647 y 1652. Este malestar, originado por causas tan diferentes, no puede perderse de vista para explicar el episodio que tuvo lugar en 1641. Esa tensión quedaba recogida en una carta que, desde Madrid, un cortesano escribía a un noble andaluz: «Andalucía no puede andar, que tiene necesidad de levantarse también como sus vecinos, y hablando moralmente no todas las Lucías se dejan sacar los ojos. Esta aunque los tiene a puro deshechos, tuertos, en fin, tiene ojos y ve cuando quiere, sabrá morir mártir a ojos cerrados por su libertad y virginidad primera.”



Noticias de la rebelión portuguesa y actitud de Medinasidonia
En este ambiente llegaron a Andalucía noticias de la rebelión portuguesa y de la proclamación del Duque de Braganza como rey, con el nombre Juan IV. En Madrid nombraron al de Medinasidonia capitán general de un ejercito que debería atacar a los rebeldes desde Andalucía. Con tal motivo el duque se trasladó a Ayamonte, donde instaló su cuartel general y dio ordenes para que se concentrase, procedentes de diferentes puntos de Andalucía, un ejército de diez mil hombres. Sin embargo, la concentración del ejército se realizó cosa que no era de extrañar, con una lentitud desesperante, incluso podemos hablar de desidia cuando el Duque rechazó las tropas enviadas por el asistente de Sevilla, conde de Salvatierra, alegando que <>. Era una actitud que resultaba, cuando menos, extraña. Sólo aceptó trescientos hombres para guarnecer la frontera porque en sus planes no entraba atacar a los portugueses, que habían convertido a su hermana en reina. Su pasiva actitud colaboró, sin duda, al fracaso del levantamiento que a favor de España se produjo en Portugal. Algunas fuentes señalan, incluso, que fueron el propio duque de Medinasidonia y el Marques de Ayamonte quienes revelaron a Juan IV los planes de dicho levantamiento.
En la Corte empezó a sospecharse de la actitud mantenida por el duque cuando llegaron rumores de que conspiraba y preparaba un plan para sublevar Andalucía. Parece ser que la primera idea del levantamiento partió del marqués de Ayamonte, quien se relacionaba con el duque a través de una serie de contactos. En el plan se contaba con el apoyo de Portugal y con la colaboración de las flotas de Francia y Holanda. Toda aquella trama hizo que se produjesen numerosas idas y venidas por la frontera portuguesa y que por Ayamonte circulasen extraños rumores, cuya gravedad hizo que, en e1 verano de 1641, apareciese por allí un enviado especial de Madrid, don Antonio de Isasi, quien interceptó una carta, que envió a la Corte, remitida por Ayamonte a Medinasidonia en la que quedaba al descubierto la trama de la conspiración. A Madrid también llegaban graves noticias sobre la conjura facilitadas por un funcionario de la Contaduría Mayor de Cuentas, Francisco Sánchez, que había estado preso en Portugal, donde obtuvo información de las relaciones que los portugueses mantenían con los conjurados. Puesto en libertad y de regreso a Castilla, informó de todo al condeduque de Olivares.

Se frustra la conjura
Cuando Medinasidonia y Ayamonte esperaban noticias de Portugal acerca de la presencia de una flota franco-holandesa que colaboraría con los conjurados y que sería el momento en que se iniciaría el levantamiento, fueron llamados a la Corte. El duque se excusó alegando razones de salud, en un intento de ganar tiempo. ya que algunas noticias señalaban la llegada inminente de la flota. Aprovechó los días que le proporcionaba su excusa para entrar en contacto con algunos nobles andaluces, sondeando su posición ante un posible levantamiento. Las respuestas que obtuvo fueron negativas; algunos le recomendaron que se acogiese a la piedad real como única salida.
En este estado de cosas, desde la Corte se envió a Andalucía a don Luis de Haro -el futuro sucesor de Olivares en la privanza- para conocer hasta dónde llegaban las ramificaciones de la conjura y para llevar a cabo la detención de Medinasidonia. En cuarenta horas - todo un alarde para la época- viajó de Madrid a Córdoba, donde recibió a numerosos nobles y varios mensajes. Su impresión fue que los grandes estaban tranquilos, pero que había cierta inquietud entre la pequeña nobleza. Avisado Medinasidonia de la llegada del de Haro y para evitar el escándalo de su prisión, el duque salió raudo para Madrid, donde visitó al condeduque y ante éste confesó la conspiración, al parecer engañado por la actitud de Olivares, que le hizo creer que usaría de toda su influencia para defender su vida, su casa y su honra.

Medinasidonia y Ayamonte se culpan mutuamente
Tras esta entrevista se produjo la confesión de culpabilidad de Medinasidonia ante el rey, de la que recogió testimonio escrito el notario mayor del reino. En ella culpó al marques de Ayamonte de haberle inducido a aquella acción, a la vez que negaba su intención de proclamarse rey de Andalucia.
Por su parte, e1 marqués de Ayamonte fue llevado preso a la corte, al negarse a acudir por su propia voluntad. A la postre no llegó a Madrid, pues fue interrogado en Illescas, donde se declaro culpable, pero cargando la mayor parte de la responsabilidad en el duque, a quién advirtió -según su propia confesión- que no le permitiría proclamarse rey de Andalucía y que sólo le apoyaría en la formación de una república andaluza. Tras un largo peregrinar por varias prisiones y un prolongado juicio fue condenado a muerte y a la confiscación de bienes. Un dictamen recomendó al rey conmutar la pena capital por la de cadena perpetua y que se aplicase la confiscación. Felipe IV se mostró conforme, pero en 1648, al descubrir la conspiración del duque de Híjar en Aragon se le ejecutó al considerar e1 monarca que en un trance como aquel no podía haber piedad para los traidores. El marqués, sin valedores que intercediesen por él, fue ajusticiado en el Alcázar de Segovia.

Medinasidonia reta al duque de Braganza
Con la finalidad de lavar su imagen, Medinasidonia, que había sido perdonado por el rey, tuvo la estrafalaria idea de retar a singular combate al rey de Portugal, conminándole a comparecer en un lugar determinado de la frontera portuguesa en un cierto plazo de tiempo. Hasta el lugar propuesto se desplazó duque, que esperó inútilmente. Algún escritor compartió el ridículo que protagonizaba justificando teológicamente aquel desafío. Los portugueses, que se tomaron a chacota a Medinasidonia, dieron a la imprenta un opúsculo cuyo título revela su contenido: Cartel de desafío y protestación caballeresca de Don Quijote de la Mancha. Caballero de la triste figura en defensión sus castellanos, su fecha en la ciudad del Toboso, a 29 de octubre de 1641.
Felipe IV le perdonó, pero no olvidó. Fue desterrado de la Corte y nunca obtuvo permiso para regresar a sus dominios andaluces. Cuando lo hizo sin licencia fue arrestado y encarcelado. Se le privó del señorío de Sanlúcar de Barrameda, que revirtió a la Corona, y hubo una multa de doscientos mil ducados bajo el eufemismo de hacer un donativo al rey. Aunque como señalábamos al principio, algún trabajo ha pretendido señalar que la conspiración de Medinasidonia y Ayamonte fue un montaje para castigar al primero, urdido por un envidioso conde-duque de Olivares, que manejaba todos los hilos del poder, nos parecen demasiadas las declaraciones y las evidencias que ponen de manifiesto la existencia de una conspiración y de un plan de rebelión.
Cosa distinta son los recursos con los que contasen los conspiradores y las voluntades que pudiesen aunar. Todos los datos apuntan a que los apoyos procederían del exterior, lo que señala indirectamente la falta de apoyo interno, pese al malestar que había en amplias capas de la población. En la conspiración, que podemos calificar de conjura nobiliaria, no se contaba con las masas populares, y los contactos establecidos se reducían a algunos grupos de la nobleza. Alguna fuente señala que Sevilla estaba pronta a levantarse y que había que contar con Jerez.
La debilidad de la monarquía era patente a la vista de todos. Los rápidos éxitos de los rebeldes catalanes y portugueses, la percepción de una alta cota de malestar y la promesa de ayuda exterior debieron de influir en el ánimo de los conjurados. Pero Medinasidonia y Ayamonte vivieron un espejismo; en Cataluña y Portugal existía un fuerte apoyo popular a sus movimientos que en Andalucía, tal vez más difícil de conseguir, ni siquiera se intentó.
Los fallos en la organización, donde había algunos traidores, no pudieron evitar las filtraciones y pusieron los planes de la conjura en conocimiento de Olivares, que acabó con el asunto llamando a los dos cabecillas a Madrid. Una carta anónima y sin destinatario recogida en el Memorial Histórico Español dice que los tres que delataron la conjura recibieron importantes mercedes: el primero dos mil ducados y un honroso cargo en la armada de la Mar Océana e1 segundo una plaza de contador y un hábito de caballero de una orden militar, y el tercero otro hábito y un cargo de veedor general del ejército en Portugal.

No hay comentarios: