viernes, 24 de agosto de 2007

CASAS VIEJAS "TIERRA Y LIBERTAD"

Fuente: www.alasbarricadas.org

"En Numancia murieron los celtiberos sobre las hogueras.

En Valladolid y Toledo, los herejes, también sobre ellas.

El Seisdedos y los suyos murieron debajo...

Ramón J. Sender



LA GUARDIA DE ASALTO LLEGA A LA PLAZA DEL PUEBLO Y COMIENZA A REPARTIR PALOS A LOS QUE PILLAN, ENTRE ELLOS ANCIANOS...FOTO TOMADA DESDE UNA VENTANA

Es indudable que la II República Española nació entre manifestaciones de júbilo y confianza en la llegada de un nuevo orden social. Sin embargo, sus posibilidades latentes resultaron decepcionantes en la práctica. Fue poco más que una adaptación, con diferentes músicos, de una partitura ya conocida: a la postre, la Republica no sirvió para acabar con los privilegios, sino para garantizar su continuidad mediante el artificio. Así, por ejemplo, la legislación laboral republicana se limitó a transformar los Comités Paritarios de la dictadura de Primo de Rivera en Jurados Mixtos, compuestos igualmente por patronos y obreros. Diferentes formas del hipócrita interclasismo del Capital. Años después sería el Sindicato Vertical, no muy diferente de los actuales Comités de Empresa de los sindicatos mayoritarios.

Hoy existe una cierta divinización de esa república burguesa y se pretende hacerla pasar por republica de los trabajadores. Se nos presentan como grandes conquistas de la misma las libertades de expresión, conciencia y asociación, cuando, como libertades, son precisamente capacidades en potencia del ser humano y le son inalienables como el ser racional y social que es. No hubo por tanto victoria alguna sino una coyuntura tendente a la disminución de los niveles de represión a la disidencia, al "delito intelectual". La diferencia con el Estado monárquico previo y el posterior fascista esta en la retórica, la simbología y en diferencias de grado en lo tocante a la intolerancia. El parecido entre estos períodos es evidente si se estiman los cambios habidos en la propiedad de los medios de producción, las relaciones sociales y los medios de coerción desde comienzos del siglo XX.

La sacrosanta II República se sirvió sin remordimientos de profesionales del terror que, irónicamente, terminarían volviéndose contra ella. Este es el caso del capitán de la Guardia de Asalto Manuel Rojas, el carnicero de Casas Viejas.

LA INSURRECCIÓN DE ENERO

De acuerdo con los planes de la Federación Anarquista Ibérica, el 8 de enero de 1933 estallaron cuatro bombas ante la puerta de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona. En teoría, a la vez que se producían las explosiones, debía declararse en toda la península la huelga general revolucionaria de manos de la Confederación Nacional del Trabajo. Como señal para ello, se incluyó en algunos diarios un texto-consigna casi poético, conocido por todos de antemano: "No aguardo más. Vendrás a verme hoy mismo. Ven dispuesto a todo. Tuya hasta la muerte. A."

Había pasado aproximadamente un año desde que los obreros mineros de la Cuenca del Alto Llobregat se habían hecho con el control de sus respectivos ayuntamientos y proclamaron el comunismo libertario.

Entonces el gobierno Azaña había elegido como forma de disuadir a los revolucionarios la deportación de un centenar de militantes anarquistas, sin importarle si habían participado o no en los hechos. Entre los exiliados forzosos a Guinea se encontraban varios militantes fascistas y entre estos parte del grupo de Los Solidarios.

Pero en 1933 todo iba a ser diferente, incluida la represión. La insurrección de enero no se limitó a un pequeño marco geográfico e inmediatamente se sumaron a los trabajadores fabriles y campesinos de Cataluña los madrileños. El proletariado urbano de otras grandes ciudades como Granada, Zaragoza o Murcia, se declaró inmediatamente en huelga y en algunos pueblos se proclamó el Comunismo Libertario y se incendiaron los registros de la propiedad.

La tentativa insurgente fue más intensa en Andalucía, siendo en la ciudad de Sevilla donde la actividad revolucionaria se mostró más activa y dispuesta a la acción directa. Sin embargo la mayor implicación de trabajadores del campo se dio en la provincia de Cádiz, en torno a Jerez, Sanlúcar, y Medina-Sidonia.

A pesar del empeño y las ilusiones de los trabajadores, la revolución no llegó a gestarse y comenzó la represión: la falta de coordinación favoreció las detenciones masivas tras los primeros tiroteos en las capitales. Lérida, Madrid y los pueblos del Levante serían los lugares donde la tortura y el asesinato selectivo llegarían a las cotas más altas.

El propio Director General de Seguridad del gobierno Azaña, Arturo Menéndez, dio órdenes de disparar contra cualquiera que simpatizara con los revolucionarios el mismo día 8. Pero la verdadera ignominia llegaría el día 12, en un pueblo gaditano del que casi nadie había oído hablar hasta entonces: Casas Viejas.


LA GUARDIA CIVIL EN EL CENTRO DEL PUEBLO



LA SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA DE CASAS VIEJAS HACIA 1933

Los proletarios agrícolas de la Andalucía latifundista compartían unos niveles de miseria extraordinarios hasta para la época. Según la obra Los Latifundios en España de Pascual Carrión, para 1932 "el 3% de los terratenientes andaluces poseían el 67% de la tierra". En el caso de Casas Viejas, existe constancia de que en 1933 había 41 propietarios que acumulaban 22.518 hectáreas, exactamente el 42,43% del municipio.

Por añadidura, de las 6000 Ha cultivables, se laboraba apenas una tercera parte. Tal como sucedía en toda la región, el mayor terrateniente era el duque de Medina-Sidonia y la mayoría de los propietarios simpatizaban con posturas monárquicas y antirrepublicanas.

Más de seiscientos braceros y sus familias, sin ninguna propiedad que no fuera su fuerza de trabajo, constituían la mayoría de la población, teniendo ocupación solo treinta personas cuando se produjo la insurrección libertaria.

En un momento en que el precio medio al por menor del pan blanco se situaba en las 0’68 pesetas y el aceite en 2’19, los salarios del campo se encontraban en torno a la peseta y media diaria, si bien estos variaban en función de las necesidades de los propios jornaleros. Cuando estas eran extremas, la plusvalía obtenida a su costa por los patronos alcanzaba cotas vergonzantes. En esos momentos, dado que no existía otra cosa que el contrato oral y diario, los trabajadores, humillados, se ofrecían en la vía pública en busca del sustento por cualquier precio. Sin embargo, la conciencia social y la integridad de sus habitantes desestimaron salidas degradantes como el contrabando o la prostitución. Llegados a la necesidad, prefirieron adentrarse, aún a riesgo de sus vidas, en propiedades privadas en busca de caza menor y leña.



JORNALEROS QUEMADOS POR LOS "SEÑORITOS" REALIZARON EL LEVANTAMIENTO CON APENAS ESCOPETAS DE CAZA PERO CON MUCHA VOLUNTAD...

Los caciques locales, viendo peligrar su privilegiada posición, atentaron contra el alcalde de Casas Viejas cuando este trató de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores al crear las colectividades agrarias de "La Yeguada" y "Las Torrecillas".

Esta iniciativa, al margen de los reproches de reformismo que puedan hacerse, elevó el beneficio por persona y día hasta las 3’50 pesetas, de forma que, mientras funcionaron ambos campos, nadie se prestó a servir a los grandes propietarios. Pero el ensayo socialista fue abortado y aproximadamente el 80% de la población continuó careciendo de trabajo y medios de subsistencia durante la mitad del año, sobreviviendo gracias a un ínfimo subsidio de paro estacional.

Por otro lado, alrededor del 85% de los habitantes era totalmente analfabeto cuando se introdujeron los "estudios nocturnos", un modelo de escuela popular gratuita pensado por quienes tenían algún nivel de instrucción para ofrecer a sus vecinos la posibilidad de ilustrarse.

Gracias a esta iniciativa muchos aprendieron a leer con periódicos como La Libertad o La Tierra y con obras como Entre Campesinos, de Errico Malatesta, sin duda el autor más leído y popular. Así, quienes salieron de la miseria intelectual, tomaron conciencia de clase y se acercaron de forma paulatina a los planteamientos anarquistas, no tardando en adherirse a la CNT. No debe sorprender por tanto que los federados en el momento de la insurrección fueran mas de trescientos.



LA RESISTENCIA DE SEISDEDOS

Una vez abortada la revolución de enero, los habitantes de Casas Viejas, que no recibieron la consigna de abandono, no renegaron de su quimera y el día 10 los jornaleros en paro estacionario proclamaron el Comunismo Libertario.

A pesar de la tesis de historiadores como Peyrats, defensores a ultranza de la inocencia de Azaña que consideran las acciones de Casas Viejas minoritarias, todos los datos de que se dispone apuntan a lo contrario. La memoria colectiva y las fuentes primarias aprovechables demuestran que fue una actuación conjunta del pueblo, que se pertrechó de municiones, cortó las líneas telefónicas y controló carreteras y caminos antes de sitiar el cuartel de la Guardia Civil. Precisamente allí se iniciaría el primer cruce de disparos, cuando los guardias rechazaron la oferta de reincorporarse al pueblo del que se habían separado y abrieron fuego con sus fusiles mauser sobre una masa armada de escopetas y hoces. La muerte no deseada de dos guardias civiles producida durante el tiroteo iniciado por ellos mismos serviría a la postre para tratar de justificar las represalias.

A la llegada de refuerzos de la Guardia de Asalto, comandados por el Teniente Gregorio Fernández Artal, tres vecinos fueron heridos, uno de ellos mortalmente cuando pretendía saciar su curiosidad mirando por la ventana. La Guardia Civil por su parte envió a varios números del puesto de Alcalá de los Gazules al mando de un sargento, que quedó bajó las ordenes de Fernández Artal.

Temerosos de las represalias y las torturas a que fueron sometidos los sospechosos, la mayoría de los implicados depusieron sus armas y eligieron abandonar el lugar, dejándolo casi desierto a media tarde. Sólo trataron de resistir las nueve personas que se encerraron en la choza del carbonero Francisco Cruz, llamado Seisdedos. Junto a este permanecieron sus dos hijos Francisco y Pedro, militantes afiliados a la CNT, Josefa Franco, Jerónimo Silva, las jóvenes Manuela Lago y María Silva, conocida después como Libertaria, y los niños Francisco y Manuel García Franco.

Los resistentes causaron una baja entre los guardias que rodeaban su casa y capturaron a otro que, herido, les sirvió de rehén. Ingenuamente, pensaron que sus sitiadores no serían capaces de abrir fuego contra ellos mientras lo tuvieran a su lado. Los mandos trataron de hacerles claudicar entonces obligando a Manuel Quijada, uno de los prisioneros ya torturados, a tratar de convencerles desde dentro. Libre de sus esposas, que Josefa Franco rompió con una lima, Quijada les transmitió las amenazas y permaneció junto a ellos por decisión propia.

Con la llegada de nuevos refuerzos hizo acto de presencia el Delegado de Gobierno, Fernando de Arrigunaba, quien no hizo nada por buscar una solución pactada ni quiso escuchar las razones de los sitiados. De forma paralela, el Director General de Seguridad, el ya aludido Arturo Menéndez, dio órdenes directas al capitán de la Guardia de Asalto Manuel Rojas de "concluir aquello en quince minutos". El propio Menéndez admitiría en el posterior juicio que le animó a "emplear el rigor sin contemplaciones. Si había que destruir la casa de Seisdedos se destruía". A esto debe añadirse la confesión del capitán Rojas, amigo íntimo del Director General, que afirmó haber recibido la orden de arrasar la choza del propio Ministro de Gobernación, Casares Quiroga, en forma de telegrama: "Es orden terminante Ministro de la Gobernación se arrase casa donde se han hecho fuertes los revoltosos".

No nos duelen prendas al reconocer aquí que la reacción encarnada en Rojas trataría de causar el mayor daño posible a la imagen de Azaña con toda suerte de falacias, incluyéndose aquí la famosa frase de "tiros a la barriga" atribuida falsamente al político republicano. Sin embargo, no por ello puede echarse abajo toda su declaración, menos aún cuando los aludidos reconocieron sus responsabilidades. No es necesario recurrir a la mentira y el falso testimonio para hacer una valoración de los hechos.


EL RESULTADO FINAL FUE LA MATANZA DE BUENA PARTE DE LOS CAMPESINOS,QUEDANDO SUS AUTORES LIBRES A LOS POCOS MESES...

EL TERROR DESATADO

El día 12 el capitán Rojas llegó a Casas Viejas con órdenes y ánimo de acabar con los resistentes rápidamente. Sin dudarlo, ordenó incendiar la choza con gasolina. Sólo escaparon del fuego y las balas, contra la voluntad de los sitiadores, María Silva, nieta de Seisdedos, y el niño Manuel García Franco. De sus otros nueve ocupantes solo la joven Manuela Lago y el niño Francisco García tuvieron la suerte de morir acribillados. El resto, incluido el número de la Guardia Civil Magras sucumbieron carbonizados en la choza.

No conforme con el resultado de su criminal intervención, Manuel Rojas inició una auténtica cacería humana en la que los sospechosos, aun contando con informes favorables de la Guardia Civil local, pasaron a ser considerados directamente culpables. Se detuvo a ancianos y enfermos sin miramiento alguno. Así, entre los detenidos figuraba Fernando Lago, padre de Manuela Lago, la joven muerta en la choza, que a sus 70 años permanecía en su casa sin arma alguna. Como Juan Silva, padre de "la libertaria", que había sido previamente liberado por la propia Guardia Civil ante su evidente inocencia. También desarmado estaba el anciano Antonio Barberán, si bien este fue directamente asesinado ante su nieto tras ser allanada su casa en busca de sospechosos.

Fernando Lago y Juan Silva fueron maniatados formando una columna de catorce prisioneros junto a Cristóbal Fernández, Balbino Fumaquero, Juan García Benítez, Juan Villanueva, Andrés Montiano, Manuel Benítez, José Utrera, Manuel Pinto, Manuel García, Rafael Mateo, Juan Galindo y Juan García Franco. Acto seguido fueron obligados a entrar en lo que quedaba de la choza de "Seisdedos". Ninguno de ellos salió de allí con vida. La cobardía y bajeza moral de sus ejecutores fue puesta en evidencia después por los forenses, que indicaron que los cadáveres acumulaban más de cincuenta heridas de bala, la mayoría efectuadas por la espalda.

Tras abrirse fuego contra ellos, ni siquiera el médico de los guardias se apiadó de ellos: este prefirió incumplir su juramento hipocrático pidiendo tiros de gracia en lugar de atender a los que sólo habían sido heridos. Guardias de Asalto y Civiles celebraron los hechos con vivas a la República y al capitán Rojas. A su regreso a Madrid fueron felicitados por el Director General de Seguridad y se improvisó un desfile en columna de honor. Por su parte, los habitantes de Casas Viejas tardaron días en regresar ante el horror de que habían sido testigos. Sólo se atrevieron a retornar guiados por un miedo aun mayor: las amenazas de bombardeo que se hicieron a los que se refugiaron en los campos.

¿JUSTICIA?

El 26 de mayo de 1934 Manuel Rojas fue condenado a 21 años de cárcel como autor de 14 delitos de asesinato. Meses más tarde, a raíz de la amnistía de que se benefició el golpista Sanjurjo, Rojas fue liberado. Los ejecutores de Casas Viejas se comprometerían después en la contrarrevolución fascista de Franco; Manuel Rojas tuvo tiempo de participar, antes de morir, en la represión de Granada y la muerte de Federico García Lorca. Los ejecutados en el 36, ideologías al margen, serían también hijos del pueblo. Ninguno de sus cómplices en Casas Viejas cumplió condena alguna y Arturo Menéndez, Director General de Seguridad del gobierno Azaña, quedó inmediatamente en libertad sin cargos.

Cuando se exigieron responsabilidades en el Parlamento, Azaña no titubeó en asegurar que en Casas Viejas se había procedido con normalidad: "en Casas Viejas no ha ocurrido, que sepamos, sino lo que tenía que ocurrir". Cínicamente, no tuvo problemas para retractarse después, cuando quiso recuperar el apoyo de los trabajadores, diciendo que no estaba suficientemente informado de lo que en realidad había ocurrido. Con tamaña falacia se escudan aun hoy sus herederos políticos. Algunos historiadores, obviando el veredicto de una Comisión Parlamentaria que consideró hechos probados que hubo "ordenes dadas desde la Dirección General y fusilamientos sumarios", prefieren poner en tela de juicio su propia objetividad. Es el caso de investigadores prorepublicanos como el eminente Manuel Tuñón de Lara, que se entretuvo hablando de falta de coordinación en la cadena de mando, manejos de la derecha y manipulaciones de los anarquistas. No negaremos aquí que las tres circunstancias se dieran, pero tampoco seremos tan simplistas como para renegar de lo evidente. Casas Viejas fue el crimen de la II República, y como tal, dejó una profunda herida entre los confiados trabajadores españoles, además de una amarga lección que nunca debe olvidarse: la república burguesa ni quería ni permitiría la emancipación de los trabajadores.

www.alasbarricadas.org



Para saber más:

Brey, G. y Maurice, J. Historia y leyenda de Casas Viejas. Zero, Madrid, 1976.

García Ceballos, M. Casas Viejas. Uriarte, Madrid, 1965.

Guzmán, E. La Tierra. 16 de enero de 1933

Ramos, R. Después de Casas Viejas. Argos Vergara, Barcelona, 1984.

Sender, R. La Libertad. 23 de febrero de 1933

Sender, R. Viaje a la aldea del Crimen. Vosa, Madrid, 2002.

Recopilado de: Kaosenlared

No hay comentarios: