domingo, 26 de agosto de 2007

LA DEMOCRACIA COMO SANTO OFICIO


Se detiene en España al austriaco Gerd Honsik, condenado por un tribunal de Viena por sus publicaciones que niegan el pretendido Holocausto judío a manos del nacional socialismo alemán, y Garzón lo encarcela a expensas de tramitar su extradición...

Jaime Richart (Para Kaos en la Red)

Es increíble. Aunque a decir verdad ya en estas democracias de cartón piedra todo es posible. Pues de ello se encargan quienes, creyéndose sus dueños, las vapulean...

Un tema bochornoso éste, recurrente además, con el que la demo­cracia, por si tuviera pocas grietas por donde se niega a sí misma, se desacredita gravemente.

¿Quién puede entender que donde se dice existir libertad de ex­presión sean perseguidos los individuos por publicar afirmaciones o negaciones sobre hechos que son Historia? Hechos sobre los que una de dos, o son negaciones fundadas o son sencillamente un dis­parate que no merece la más menor atención. Es como si se encar­celase a quien sostuviese hoy que no hubo genocidio en América en el siglo XVII cometido por los tercios españoles...

Además, siendo como son en los países occidentales reprobadas las históricas condenas al potro y a la hoguera de tantos y tantos por el Santo Oficio y la Inquisición, ¿cómo es posible que en el siglo XXI sufra alguien por sus ideas en un sistema de pretendidas libertades? ¿cómo es posible que sin poder afectar para nada al pre­sente por tesis y libros, pueda entrar alguien en prisión?

La causa de la democracia le hace un flaco servicio a ésta, con estos aparente dislates. Aparentes, porque da la impresión de que están bien calculados para atemorizar a todo aquél que no se mueva fuera de los círculos estrechos, más bien de los ghetos, en que únicamente de­ben desenvolverse las poblaciones de los países occidentales.

Está comprobado que esta democracias resiste en pie sólo a base de descomunales mentiras formales. Y una de ellas, bien ostensible y avalada por estas necias conductas estatales, es algo que también me puede llevar a prisión a mí al negar no el Holocausto que me trae sin cuidado como tesis o como hecho que no puedo cambiar, no, sino en tanto niego la libertad de expresión, pues soy su princi­pal negacionista...

Además, cuanto más se zarandea a los negacionistas del Holo­causto más empiezo a creer que están en lo cierto. Y esto seguro que no sólo me sucede a mí, sino también a muchos hartos de que les hagan comulgar con ruedas de molino.

La verdad refulge por sí sola, no necesita de componendas y es incompatible con la violencia moral que la decreta. Y la verdad que no re­fulge como un sol es sencillamente controvertible. En la histo­ria, en el estudio de la historia, todo es controvertible hasta que no se de­muestra lo contrario. Y cuando se demuestra, todo aquél que la niega no merece la cárcel sino el manicomio... o la escuela.

Por último, perseguir y condenar a quienes niegan una verdad es el signo principal de que esa verdad protegida no es más que una verdad fabricada, que viene a ser lo mismo que una mentira colosa;es decir, una gran mentira de rica manufactura de encaje.

Por lo demás a mí, personalmente, me empieza a caer simpático este ne­gacionista, el tal Gerd Hostik. Eso es lo que consiguen esos necios obtusos que nos vienen trajinando con tan inusitado descaro desde el final de la Guerra Fría y la caída del muro de Ber­lín...

¿Qué diferencia, por último, hay entre esta persecución y la de Salman Rushdi, ésa basada en una fatwa o ley islámica por haber publicado los versos satánicos; ley islámica que estos mismos que aplauden ahora el encarcela­miento de Honsik se rasgaron tanto las vestiduras y la consideran un salvajada?

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