El Periódico de Catalunya, 29/01/2007
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No hace mucho, el colegio público Murgi de El Ejido (Almería) decidió dar una mano de pintura a todas sus paredes exteriores. A todas menos a una, la pared del patio que alberga desde hace tiempo la pintada más recurrente en la zona: “Moros, fuera”. Lo que en otra parte podría considerarse una desafortunada anécdota, en la capital de la agricultura intensiva supone una triste confirmación: la islamofobia anida en lo más profundo del tejido social, incluso en el educativo, por mucho que de cara a la galería a los políticos se les llene la boca de tolerancia e integración. Las continuas y silenciadas agresiones contra inmigrantes marroquíes contrastan con los siempre amplificados delitos que se les atribuyen. El modus operandi no varía. Un marroquí va o vuelve del trabajo por el laberinto de caminos que pespuntean los invernaderos, donde se ubican sus infraviviendas. Uno o varios coches se acerca con un grupo de autóctonos. A Mohamed Tourabi le dieron una paliza y perdió una pierna. A Najib Chamou le destrozaron un brazo. A Jillali Hried le abrieron la frente. A Abderraman Ziani le cortaron una oreja. A Belkacem El Mahdi, un pulgar. A Mimoun Karmani lo dejaron ciego.
Entre 2003 y 2006 han sido denunciados y aún no resueltos unos 50 casos similares, pero son más los que callan: agredidos y testigos sin papeles que temen la expulsión y las represalias.
Balas, insultos y carcajadas
No son ataques vinculados a reyertas ni ajustes de cuentas, sino escaramuzas rápidas y cobardes aderezadas con insultos y carcajadas. Y rara vez son investigadas. La noche del 11 de octubre de 2005, los ocupantes de una furgoneta blanca C – 15 se dedicaron al macabro juego de la caza del moro con una escopeta de aire comprimido. Larbi Chaibita estaba sentado en la puerta de su casa, un cortijo en ruinas en Santa María del Águila, epicentro del gran estallido racista del 2000 en El Ejido. Recibió un impacto que le dejó un balín dentro del pulmón. Media hora después era Masad Essandi el que sentía el balín en un muslo, cuando hacía el té en la puerta de su casa, en el barrio de San Agustín. Hubo más, pero solo ellos osaron denunciar. La complicidad institucional es más preocupante que los propios ataques racistas. Las denuncias contra la policía local de El Ejido por malos tratos contra marroquís se acumulan y un detallado informe enviado al Defensor del Pueblo Andaluz detalla su carácter y reincidencia: golpes, insultos y humillaciones. Desde entonces, el policía local que más sembraba el pánico, apodado Sharon, ha sido apartado de la calle, pero no fue sancionado. Sharon acostumbraba a rociar con spray inmovilizador a sus víctimas y a menudo destrozaba sus locales comerciales. “A menudo nos obligan a bajarnos los pantalones”, dice Aziz, un joven de Kenitra que vive en una chabola. “Los empresarios –añade– saben que vivimos aquí, junto a sus ricos campos y en condiciones infrahumanas, pero les da igual. Solo les preocupa su negocio. Y la policía no nos da problemas por no tener papeles, siempre que no nos acerquemos al pueblo”. Un marroquí de Nador que prefiere no identificarse realiza su propio diagnóstico: “La fractura racial es enorme. Ningún español se fía de un marroquí, ni viceversa. La gente se cruza de acera. Por el día pasean de día los españoles, pero de noche solo nosotros. Para ellos somos terroristas. En las discotecas de El Ejido es normal que si va una pareja de chico marroquí y chica rusa, dejen pasar solo a la chica”.
Vergüenza institucional
La mayor vergüenza institucional fue el acuerdo entre PP y PSOE en el Ayuntamiento de El Ejido para pedir el indulto de dos empresarios que en el 2004 golpearon con bates de béisbol a tres marroquíes. Fueron condenados a 15 años de cárcel cada uno por el Tribunal Supremo, que destacó su “nulo arrepentimiento” y las “continuas trabas” para recabar pruebas en la zona. El PSOE relevó a todos sus ediles ejidenses. La llama del racismo no solo afecta al ayuntamiento que dirige el expopular Juan Enciso (hoy en el Partido de Almería), sino que se hace fuerte en la capital. Las protestas por la inminente apertura de la mayor Oficina de Extranjería, en la calle de Marruecos del barrio de San Luis, han atraído a grupos utraderechistas. El panfleto del Movimiento Cristiano Social, que vecinos del barrio ayudaron a repartir, resulta elocuente: “Estamos a favor de la inmigración, empezando por acoger con más amor a los suramericanos sean del color que sean, seguidos por los europeos y los subsaharianos negros, pero no a los musulmanes que nos asesinan en nombre de Alá”. Y sigue: “En la provincia de Almería se reconocen 100.000 del millón de musulmanes que hay en España, y hay miedo en los pacíficos barrios almerienses a su odio a muerte a los cristianos, a esos parásitos fariseos intimidándonos con sus cuchillos asesinos”. Aunque la plataforma vecinal contra la Oficina de Extranjería, apoyada por el concejal del PP Francisco Amizián, denunciará a quien los tilde de racistas, su página web (www.usuarios.lycos.es/mplazav) incluye noticias negativas sobre el colectivo marroquí que nada tienen que ver con sus quejas. “Ya bajaréis cuando os meen los moros”, gritaba la semana pasada uno de los manifestantes a quienes miraban desde sus balcones. Que la guerra no es contra todos los extranjeros, sino solo contra "algunos", lo demuestra la presencia activa del dueño de un restaurante chino del barrio.La movilización, que llegó a reunir 7.000 personas, tiene el mismo cariz xenófobo que las protestas en 2002 contra la apertura del Consulado Marroquí en la calle Soldado Español. La plataforma vecinal dice que la mejor ubicación es el puerto de la ciudad, vinculando la extranjería con los marroquíes que van y vienen en los barcos. El subdelegado del Gobierno, Miguel Corpas, se ha visto obligado a explicarle al alcalde de Almería, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador (PP) el tipo de gestiones de una Oficina de Extranjería: “Allí no realizan trámites los extranjeros que pasan por el puerto, sino que sus usuarios son empresarios y gestores, ciudadanos de la Unión Europea y extracomunitarios que residen en cualquier municipio, y no tiene por qué derivar molestias para el barrio, ya que el centro cuenta con una amplia sala de espera, párking propio y aseos”.
Desidia institucional
Pero la desidia institucional con la inmigración no es solo cosa del PP. El pasado 28 de diciembre, el alcalde de Níjar (PSOE), contestó así por escrito a la petición de un sindicato para mantener una reunión sobre las infraviviendas en la zona: “No podemos acceder, ya que la inmigración no es competencia municipal”. Le comunica, eso sí, que se ha reunido ya “con las organizaciones profesionales agrarias, comercializadoras y productoras”, es decir, que solo se reúne con la patronal. El 13 de febrero de 2005 fue asesinado Azzouz Hosni en El Ejido: tras ser insultado, un español le hundió un cuchillo [1]. En los últimos tres años, al menos cinco marroquíes han aparecido ahogados extrañamente en las insalubres balsas de riego en las que muchos se ven obligados a beber.
martes, 30 de enero de 2007
EL EJIDO, VIVERO DEL RACISMO Y LA ISLAMOFOBIA
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