lunes, 2 de abril de 2007

LOS MORISCOS QUE NO SE FUERON: Los gorrones


El sentido de la palabra “gorrón” actualmente en el diccionario de la Real Academia es muy amplio: “Que tiene por hábito come, vivir, regalarse o de vestirse a costa ajena”. Para “gorrona” dice escuetamente “Ramera”.
María Moliner viene a decir lo mismo con otras palabras: gorrón, “Aprovechado. Se dice de la persona que abusa de otra haciéndose invitar o no pagando las cosas o servicios que utiliza” , y para el femenino, “prostituta”.
Dado el matiz moral resbaladizo que fue tomando este vocablo, no puede extrañarnos la abundancia de su empleo en el lenguaje de germanía, entre las gentes del mal vivir. Alonso Hernández, en su léxico del marginalismo, recoge algunos de los matices que pueden deducirse de los textos: 1, como “estafa; sobre todo en el sentido de comer y beber a cuenta de otro” ; 2, “estafador o gorrón” ; 3, “el que vive a cuenta de otros y sin trabajar; el que estafa a los demás para vivir”, y cita un texto que nos lleva al extremo de la gorronería:
“Hállase precisado el arrollador de tumbas a gorjearlo de balde, y la parroquia a recibirlo de mogollón, y son gorras en la vida y en la muerte” (Visitas por Madrid, 382).
Añade aún algunos textos muy significativos:
“convocó tres o cuatros gorrones de su profesión y éstos a otros ( Aventuras del bachiller Trapaza, IV).
“y ahora son utelas de perdularios, escondite de gorrones y jaula donde se aporrean los tunantes sopones...” (Visitas por MADRID, 432).
Define a la gorrona también como “ramera”, pero añade una extensa explicación muy significativa: “En un tipo muy parecido al de la buscona hasta el punto que puede decirse que se confunden frecuentemente. La diferencia está en que la buscona, coloca todo su afán en sacar dinero u otras cosas a sus admiradores sin que por ello se prostituya obligatoriamente en pago del bien recibido; en cambio, la gorrona parece que se prostituye siempre, de manera que el acto de recibir presupone el de entregarse a cambio. Además, la gorrona es casi siempre una prostituta callejera, sin grandes ganancias ni pretensiones, mientras que la buscona puede ser, aunque sólo sea en apariencias, una mujer de un cierto bienestar” ; su degradación física y moral la lleva al escalón ínfimo de la sociedad:
“si – le dije – aquí verás pobres, pobras y pobretas, gorronas de puchero en cinta, de las que se arriendan en la corte... por un zoquete de pan de munición y un par de coces; a estas no las prenden por gorronas, sino por infelices” (Visitas por Madrid, 398).
Alonso Hernández describe a la gorrona de puchero en cinta como “la ramera que se prostituye, normalmente por cuenta propia y casi siempre por la comida”.
En cuanto a la aplicación del vocablo “gorra”, en el sentido de ‘gorrón’, Covarrubias advierte sobre el error de identificar esta palabra con la prenda de cubrir la cabeza, cuando dice: “Solemos dezir Fulano se hizo gorra o es un gorrón, y es término muy usado y poco entendido, porque tiene diferntes origen... Pues digo, assi que están en la conversación desean echarle della, y para mas encarecerlo le llaman gorrón.
En el siglo XVIII el diccionario de Autoridades le da un sentido a la palabra “gorra” totalmente desligado también: “Metaphóricamente significa el entrometimiento de alguna persona sin ser llamada (a comer y beber, a algún festín, o cosa semejante). Esto es lo que se dice entrarse de gorra”, y cita, a continuación, el siguiente texto:
“Y reparó en yo me había hecho gorra, y comido de mogollón ( La pícara Justina, fol. 105).
Y da otra segunda acepción: “Vale también la misma persona entremetida y no llamada para alguna cosa”, con la cita de Quevedo:
“Mirará antes la mesa, y en viéndola sin pegote, moscón ni gorra, echará la bendición” (Carta del Caballero de la Tenaza).
Para la palabra “gorrón” se dice también en Autoridades: “ Se llama el estudiante que en las Universidades anda de gorra, y de esta suerte se entremete a comer, sin hacer gasto”, acompañado del siguiente texto:
“Mudando hábito en el de un gorrón, se acomodó a servir a aquel desenvuelto sacerdote” ( P. Juan Eugenio Nieremberg, Varones ilustres. Vida del P: Juan Núñez Barreto, I).
En las siguientes acepciones figuran algunas en las que el sentido peyorativo va en aumento: “Se llama también el hombre perdido y vicioso, que trata con las gorronas y mugeres de mal vivir”, citando a Góngora:
“Que con los gorrones
de las plumas ricas
os hagáis gorrones,
y os mostréis harpyas”
(Rom. Bur. 10).
Y de gorrona dice: “Las mugeres de baxa suerte, que sale a prostituir su cuerpo para ganar torpemente su vida”. Con la siguiente cita de Moreto:
“Tú lo eres como fregona,
que estás ya con el afeite:
yo te he visto ir por azeite,
con capilla de gorrona”
(Comedias. El Licenciado Vidriera, jorn. 2).
Con el aumentativo gorronazo, se llega a la cumbre de este escalafón picaresco: “ El gorrón que hace gala de serlo”, con la cita de Quevedo:
“Decía un estudiante de estos de la capacha gorronazo”
(Vida del gran Tacaño, cap. 15).
En cuanto al origen etimológico de estos vocablos, ya Covarrubias decía: “ Y hase de advertir que Diego de Urrea dize que gorrón es nombre arábigo, de ‘gurarum’, que vale engaño, del verbo ‘gare’, que significa engañar”. Creo que estas voces árabes a las que se hace alusión están referidas al verbo ‘garra’, cuya primera acepción, efectivamente, es la de ‘engañar’ alucinar a alguien con falacias, seducirlo cegándolo por algunas cosa, inspirar a alguien una confianza ciega o una vana esperanza con respecto a alguna cosa’, según lo traduce Kazimirski, el cual da también las acepciones de ‘matar a alguien ciegamente, como haría un asesino a sueldo’ y, la más interesante para este caso, de’cebar (a su cría), alimentarla introduciendo su pico en el suyo (se dice de los pájaros)’.
Como nombre de acción de este verbo figuran ¿gurr y girar’, el primero de los cuales habría de dar al castellano, en una evolución fonética normal, las voces “gorro” y “gorra”.
La voz ‘gurr’ significa en primer lugar ‘alimento que un pájaro mete con su pico en el pico del pollo’. No es necesario tener mucha imaginación para encontrar una relación directísima entre nuestro “comer de gorra” y la forma de alimentarse los polluelos: claramente se alude a la acción de comer valiéndose del esfuerzo de otros, en este caso los padres, sin tener que realizar mayor trabajo que abrir muy bien la boca para que, opíparamente, los que han buscado la comida, afanosamente, le llenen el buche hasta que esté bien repleto. Para mí, este polluelo, esperando en el nido a que le traigan su pitanza, es el más claro símbolo de lo que la sociedad vino a llamar después un “gorrón”.

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