domingo, 1 de julio de 2007

LA LUCHA HABLADA


El idioma de una nación es, si así podemos decirlo, su alma, su carácter encarnado y exteriorizado en los sonidos: es el espejo donde más al vivo y con más fidelidad se reflejan su índole y tendencia, sus gustos y costumbres. Despreciar su idioma es despreciarse a si mismo.

Angel Velasco (Para Kaos en la Red)

La lingüística, como ciencia que es, pretende la objetividad absoluta, discernir claramente ideas abstractas definiendo con exactitud matemática cualquier elemento que tenga relación con el área de su estudio. A pesar de ello, la definición sobre qué es una lengua se nos presenta variable en función del lingüista que analice su definición. Durante estas líneas no sólo haré mención a esas definiciones sino las implicaciones en el aspecto político que la definición del término ‘lengua’ posee y el tratamiento que deben seguir las modalidades orales dentro de la lucha política.
Definición del término “lengua”
Hay, principalmente, dos definiciones que utilizaré para definir una lengua, ambas del suizo Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística moderna. Según Saussure, una lengua es la modalidad lingüística utilizada por un colectivo social determinado, un grupo humano bien definido acorde a unas características comunes, siendo esa lengua la abstracción de los dialectos de esa comunidad, entendiendo como “dialecto” las realizaciones físicas que, variando según variantes metalingüisticas -ajenas propiamente al ámbito lingüístico-, da cada lengua en cuestión y “habla” como el uso individual de la lengua según el dialecto en el que circunscriba el hablante. Siendo la lengua el método que tiene un hecho cultural de comunicarse y expresarse oralmente.
Estas dos definiciones son las que, a mi entender, mejor definen multitud de líneas para determinar el término pero existen, principalmente, dos aspectos que son tenidos en cuenta en el campo lingüístico para esta definición como son la inteligibilidad (comprensión mutua) y la existencia de una literatura. Optar por la existencia de una literatura como fundamento para aseverar la existencia de una lengua olvida la existencia de las conocidas como literaturas dialectales, como las literatura escocesa y andaluza. Los textos gallegos previos al reconocimiento del gallego como lengua son, pues, literatura entonces dialectal hoy literatura propia. Mientras que optar por la intercomprensibilidad ignora que la mutua comprensión no es algo científico y que depende en gran medida de la voluntad de comunicación existente entre los hablantes en cuestión más que de algún elemento objetivo para establecer como característica de la intercomprensión.
A pesar de estas definiciones para acotar qué es una lengua tenemos que ceder ante la realidad y reconocer que, aunque no exista ningún elemento lingüístico, la distinción que afirma qué es una lengua y qué es un dialecto la dictamina la política. No hay distinción más tajante que la frase de Max Weinreich “una lengua es un dialecto con un ejército y una armada”[1]. Sólo así se entienden situaciones lingüísticas como la de las lenguas nórdicas, (noruego, danés y sueco) dialectos entre sí pero lenguas oficiales en sus respectivos países, cambios de consideración entre lengua y dialecto de lenguas oficiales actuales como el gallego, catalán o vasco y la consideración de dialectos chinos el cantonés y el mandarín a pesar de ser modalidades lingüísticas bien diferenciadas. En otras palabras: una lengua lo es por la acción política. Y recordando la definición de Saussure se puede igualmente asegurar la siguiente afirmación: una nación tiene una lengua y una región un dialecto.
A lo largo de la historia hemos podido ver cómo la política ha decidido qué es una lengua y qué un dialecto como método de afianzar una supuesta unidad nacional para asegurar así la unidad estatal pudiendo eliminar cualquier inicio de hechos nacionalistas que pusieran esa unidad en peligro. Así se comprende tras la frase del sociólogo alemán Max Weber “la lengua y los medios literarios los valores culturales más fáciles de ser comprendidos y a través de los cuales resulta viable el acceso de las masas a la sensibilización nacionalista”[2]
De esta manera, ¿qué relación existe entre una modalidad lingüística y la política? ¿Se utilizan las modalidades lingüísticas para mantener estructuras de gobierno que mantienen dentro de sí varios hechos nacionales? ¿Qué relación existe entre nacionalismos y modalidades lingüísticas? Reconociendo que la imposición lingüística como parte de la imposición estatal y el consiguiente beneficio económico para la oligarquía estatal es innegable, ¿qué papel debe jugar la lengua como parte intrínseca del proceso revolucionario? Parece evidente decir que la lengua es un aspecto fundamental en la política que tiende a menospreciarse por fútil, ya sea por considerarlo elemental e incuestionable por parte de los sectores más conservadores bien por no considerarlo ajeno a la lucha obrera por parte de los sectores de izquierdas. Sin ser un tema con implicaciones ideológicas directas sí toca un asunto que es el motor principal de la lucha de izquierdas, sea cual sea su orientación dentro de la izquierda, como es la lucha por la dignidad. En este caso, dignidad de pueblo para así poder obtener una dignidad de clase completa.
El tratamiento lingüístico en el Estado español
Actualmente, el Estado español tiene 5 lenguas reconocidas, catalán, castellano, gallego, valenciano y vasco, siendo el castellano la lengua estándart sobre la que recae el ser considerada como la lengua española[3], estas lenguas tienen carácter de cooficialidad junto a la lengua estándart en sus respectivas comunidades autónomas. De manera conjunta a las autonomías con lengua cooficial de Catalunya, País Vasco y Galicia, la comunidad autónoma de Andalucía reconoce a la vez la modalidad lingüística andaluza como la propia de la comunidad sin que esta llegue a obtener el rango de lengua y para lo cual se utilice el políticamente ambiguo término de “modalidad lingüística”.
En las autonomías con lenguas reconocidas como tal actualmente los medios de comunicación se expresan según las normativizaciones de esas lenguas y, lo que es más importante, esas lenguas tienen por ley el derecho a ser utilizadas de manera digna. Muy al contrario, la modalidad lingüística andaluza, lejos de cumplir según su propio estatuto de autonomía[4], sufre un fuerte tratamiento según los tópicos estatalistas que el andaluz sufre, siguiendo su forma de expresión oral el trato que el resto de elementos característicos de la cultura andaluza recibe incluso, y especialmente, por parte de aquellos que dicen representar al pueblo andaluz. Sabiendo que el tratamiento que sufren las lenguas es debido a motivos políticos, ¿cómo se ha llegado a que el gobierno andaluz sea el primero en ridiculizar un elemento cultural andaluz como es la modalidad lingüística andaluza? ¿Qué motivo puede haber para que el andaluz no tenga el tratamiento de “lengua” sabiendo que entra sin forcejeos dentro de la definición que los lingüistas dan del término?
Las lenguas y el centralismo estatal
El andaluz hablado es una modalidad lingüística utilizada por un conjunto social unido y bien definido, el pueblo andaluz, contando esa unidad con variantes dialectales propias que no hacen más que afianzar la unidad. Existe literatura en andaluz, que se conserve, al menos desde el siglo XVIII y las referencias a características orales correspondientes a Andalucía ya desde el siglo XIII[5]. Entonces, ¿porqué el andaluz no está definido como lengua? La respuesta es tan simple como obvia: el centralismo en pos de la unidad estatal.
¿Qué distingue al valenciano respecto al catalán y al andaluz del castellano? Bien se puede decir que si el andaluz y el castellano son la misma lengua, el valencia y el catalán aún más, ya que las diferencias entre el valenciano y el catalán se limitan a variantes dialectales y mayoritariamente a nivel léxico, siendo las diferencias entre andaluz y castellano no sólo a nivel léxico sino tambien sintáctico y, especialmente, fonético.
La única diferencia vuelve a ser la política, en concreto la política centralista del Estado. Junto al deseo de dividir a los países catalanes y así evitar un sentimiento catalanista generalizado en la comunidad valenciana se une el mismo deseo estatalista de pervivencia manteniendo a Andalucía subyugada culturalmente y evitar que la dignidad inherente al no estar subordinado a una estructura ajena a la propia provoque una base donde el, ya existente sin motivos lingüísticos, nacionalismo andaluz tenga un mayor arraigo entre el pueblo andaluz. Y no es de extrañar que en 25 años de autonomía andaluza no se cumpliera el Estatuto de autonomía ni en un 50%, la política central en Andalucía desde primer momento se ha centrado en el incumplimiento del Estatuto de autonomía andaluz y no profundizar en los aspectos culturales andaluces y alejarlos de tópicos, el flamenco sigue siendo un estilo propio de gitanos y el andaluz hablado una forma propia de personas de escaso o nulo nivel cultural, y sigue sin sorpresa que en la recientemente aprobada reforma del Estatuto de autonomía el aspecto cultural se quede completamente ajeno del mundo de la educación. Profundizar en la cultura andaluza autoctonizándola la desubica de la posición de cultura estatal a la vez que se potencia, a través del conocimiento, asunción y consecuente dignidad de la personalidad propia y diferente de los andaluces, el nacionalismo andaluz.
La vinculación entre lengua y unidad estatal es tal que se puede ver a lo largo de la historia española, así nos encontramos esta cita, “A la unidad de un solo Rey deben acompañarle consiguientemente otras seis unidades: una moneda, una ley, un peso, una medida, una lengua y una religión”[6], y en épocas más recientes, “Hable bien. Sea patriota. No sea bárbaro. Es de cumplido caballero que usted hable nuestro idioma oficial, o sea, el castellano. Es ser patriota. Viva España y la disciplina y nuestro idioma cervantino. ¡¡Arriba España!!”[7] donde no sólo encontramos el uso de castellano como muestra de españolismo sino que el hablar en el buen castellano es la manera del buen hablar propia de los caballeros, frente al tópico del andaluz como pillo y ladrón, “No digáis que sois andaluz por la vida, que tienen bellaquísima fama los andaluces porque en decir andaluz luego lo tienen por ladrón”[8].
La lucha por la dignificación de las modalidades lingüísticas
El reconocimiento de las diferentes lenguas del Estado tuvo un momento clave después de la muerte de Franco, donde las burguesías de las naciones donde esas burguesías tenían un sentido regionalista empujaron por el reconocimiento de sus modalidades lingüísticas como lenguas al ser este el motivo principal que alegaban para obtener su autonomía. El hecho de reivindicación andaluza de su autonomía rompió con ese modelo e hizo que España se asegurara su unión autonomizando todo el Estado, pero en cuanto al aspecto lingüístico dejó claro que las lenguas fueron las herramientas que usaron la clases oligárquicas de estas naciones, la autonomía andaluza fue un hecho popular no encabezado por la oligarquía andaluza y de ahí que se optara por tergiversar a la masa a ceder o conceder privilegios a una oligarquía que no pretendía ni cesiones ni pretendía nada contra el Estado.
El ejemplo más notable es el de la lengua gallega por la gran similitud que guarda la oligarquía española en Galicia con la andaluza, principalmente basada en el control de la tierra a través de terratenientes y caciques. En este caso nos encontramos antes una lengua -nadie pone en cuestión que no lo sea- que nunca antes había sido tratada así, ni incluso entre el galleguismo del siglo XX previo a la Guerra Civil. En aquella época se crearon las Hermandades del Habla, Irmandades da Fala, que exigían en el aspecto lingüístico la cooficialidad del gallego y el castellano pero nótese la referencia del gallego como “habla” y no como “lengua”, de hecho, lo que se pedía era el uso, la dignificación a través de la normativización, de la lengua gallega, aunque para llegar al público tuvieran que dar sus discursos públicos en castellano. Y esta denominación queda constatada en el texto del famoso galeguista Antón Vilar Ponte “Os rexionalistas d’ocasión, rexionalistas de “feira dos discretos” renegan da fala galega, rinse d’ela”[9]. De hecho, la relación de similitud entre gallego y andaluz va más allá en el tiempo como podemos sacar de esta cita realizada por el rabino de Guadalajara en 1425: “Así como hoy día en un singular reino, la lengua de los hombres igual no es, en Castilla son conocidos por leoneses, sevillanos e gallegos” (”sevillano” era sinónimo de “andaluz” en la época al ser el Reino de Sevilla el conquistado en la época a esperas de la próxima rendición del Reino de Granada). E incluso situaciones en torno al uso de sus variantes lingüísticas, “En el uso doméstico emplean el gallego, lo mismo que las zapatillas deslomadas y el mandil de la cocina; cosas de casa. Mas para las cosas más solemnes tienen el castellano híbrido con tonos políglotas a la mano, así como en el primer estante del armario”[10], que recuerda al uso del andaluz únicamente en contextos de poca o nula formalidad, y ese andaluz culto es, en palabras del doctor Vidal Lamiquiz, un “toque de color”, de “folklore” al castellano.
La situación del andaluz actual es exacta a la del gallego previo al franquismo. Aparte de modalidad lingüística, la definición oficial académica del andaluz no es otra que la de “hablas andaluzas”, las falas andaluzas, con la diferencia de la falta de una oligarquía afín a algún tipo de regionalismo andaluz fuerte y que en Andalucía no existe bilingüismo, el reconocimiento del andaluz como lengua iría en detrimento de la lengua castellana, caso sin antecedente en la historia del Imperio.
Hoy día, la denominación del andaluz como lengua viene a ser un elemento que lejos de nacionalismos viene únicamente a exigir respeto y dignidad viendo la inutilidad que la definición actual de “modalidad lingüística” tiene sobre los puntos que vienen a exigirse, exigir que se cumpla el actual Estatuto de autonomía y que realmente el artículo 213 de dicho Estatuto no se quede en papel mojado. Sabiendo por un lado que el andaluz actual mantiene una línea proveniente del castellano impuesto a Andalucía pero que su evolución refleja su carácter de lengua por sustrato[11] con la lengua romance andalusí, el camino a seguir en torno es no caer ni en esencialismo andalusíes (a pesar del interés filológico que constituye la reconstrucción de una lengua prácticamente intacta como es el romance andalusí) ni ortografías que produzcan más rechazo que asimilación entre el pueblo andaluz. Por suerte, tenemos el ejemplo de la ortografía argentina donde a la base castellana, por su clara procedencia de esta lengua, se le modificó la ortografía para adaptarse a las formas propias de la modalidad lingüística argentina. De esta manera, la lucha hablada viene a ser no sólo una parte fundamental de la lucha revolucionaria ya que para que el pueblo trabajador pueda reclamar sus derechos naturales antes que nada tiene que eliminar de su personalidad colectiva cualquier tipo de complejo impuesto por un componente burgués, en este caso concreto la subordinación lingüística, para empezar de esta manera a quitarse el resto de cadenas que mantienen a la clase trabajadora sometida a sistemas ajenos a sus propios intereses. Dentro del internacionalismo obrero no pueden menospreciarse aspectos culturales de otras naciones, y las lenguas son los elementos más vistosos de cualquier cultura.
“El idioma de una nación es, si así podemos decirlo, su alma, su carácter encarnado y exteriorizado en los sonidos: es el espejo donde más al vivo y con más fidelidad se reflejan su índole y tendencia, sus gustos y costumbres. Despreciar su idioma es despreciarse a si mismo”, Manuel Antonio Martínez Murguía.
.- Notas
[1] The YIVO Faces the Post-War World, Max Weinreich
[2] Sociología de la comunidad, Max Weber
[3] Artículo 3 de la vigente Constitución española: “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”
[4] Artículo 213 del vigente Estatuto de autonomía andaluz: “Los medios audiovisuales públicos promoverán el reconocimiento y uso de la modalidad lingüística andaluza, en sus diferentes hablas”
[5] La primera referencia respecto a un aspecto lingüístico diferente entre el castellano y el andaluz se encuentra en la Grande e General Estoria de Alfonso X (1221-1284)
[6] Apuntes sobre el bien y el mal de España, Miguel Antonio de la Gándara
[7] Imprenta sindical de La Coruña
[8] El rufián cobarde, Lope de Rueda
[9] A nosa terra, Antón Vilar Ponte
[10] Las niñas del carnero, J. Ojea
[11] Una lengua por sustrato es, por analogía con las capas geológicas, una la lengua que, a consecuencia de una invasión de cualquier tipo, queda sumergida, sustituida por otra. La lengua invadida no desaparece sin dejar teñida a la invasora de algunos rasgos: palabras que sobrenadan en el hundimiento, hábitos fonéticos, de entonación, gramaticales, etc...

No hay comentarios: