domingo, 23 de septiembre de 2007

MOVIMIENTOS CONTRA LA ESPECULACION URBANISTICA


En punto muerto

x El Percal

Fuente: La Haine

Un repaso a fondo al movimiento contra la especulación urbanística en algunos rincones del estado.

Ya en números anteriores hemos hablado, por encima (manifestaciones en defensa del litoral, sellados de tiendas y promotoras inmobiliarias, concentraciones contra proyectos urbanísticos en pueblos, etc.), sobre la evolución de distintos grupos sociales opuestos a la instauración definitiva, e irrecuperable, de un gran paraíso artificial de cemento y césped a lo largo de la península. Este traerá consigo, como ya explica la abundante información que circula en la calle, la destrucción de las pocas zonas vírgenes que quedan tanto en la costa (Almería-Murcia) como en el interior de la península, la desaparición de formas de supervivencia a pequeña escala, como es la huerta, en los pueblos donde aún se desarrollan, etc. Y, ni qué decir tiene, el gran negocio (motor actual de la economía, según la clase empresarial) que esto supone para grupos muy reducidos dentro del mercado capitalista. Hasta aquí, todos estamos de acuerdo con el planteamiento inicial de luchar por nuestro entorno, en defensa de la poca tierra que queda y las consecuencias a largo plazo que esto tiene para la clase trabajadora.

Pero, dentro de esta oposición real y palpable, donde participa una parte importante de la población, importante en cuanto que puede cambiar algo si se lo propone, existen diferentes maneras de plantear qué formas de presión se deben utilizar contra los culpables directos e indirectos (menos visibles pero que contribuyen a la situación difícil en la que nos encontramos) de lo que hemos venido llamando la especulación urbanística. A su vez, existen intereses distintos y que han influido en el desarrollo de luchas que se suponían estaban al margen de intereses partidistas, para bajar el nivel de confrontación y aliviar, por otros cauces como el voto, la sensación de impotencia que mucha gente tiene al verse como simples espectadores de lo que está ocurriendo.

A cuento de esto, vemos necesario hacer, siempre a modo de contribución, un repaso de lo que han supuesto los últimos años tanto en el aspecto reivindicativo de ciertas luchas así como de las formas que han ido adquiriendo con el paso del tiempo.

En este movimiento podemos encontrar tres grupos, en ocasiones, no muy bien diferenciados:

1. Los que necesitan sacar beneficio electoral y ganar afiliados (PSOE, IU, Los Verdes, CC.OO...) utilizando como reclamo la lucha contra la especulación sin llegar a cuestionar, ya no el sistema capitalista culpable de lo que está ocurriendo, sino el entramado especulativo en si. En definitiva, llevarlo a su terreno con palabras bonitas. Cuando se habla de corrupción, conscientes de sus trapicheos y amistades de conveniencia que deben mantener, echan balones fuera sin profundizar. Todos nos podemos hacer una idea del circo que supone moverse en la ciénaga política de Ayuntamientos, concejales, acuerdos para gobernar, etc. Este grupo ha ganado importancia, poco a poco, en las plataformas ciudadanas, organizaciones sociales... que tratamos a continuación.

2. El grupo que más apoyo ha conseguido entre la población. Está formado por una extensa amalgama de colectivos, organizaciones y asociaciones de vecinos (Ecologistas en Acción, ANSE (Asociación de naturalistas), AA.VV. el Garruchal...) que se unen ocasionalmente (y nos costa que, en algunos casos, sin ningún tipo de debate previo) a modo de plataformas para manifestarse a gran escala contra los símbolos más importantes de la especulación urbanística a nivel local o nacional. Las cuales iniciaron su andadura desvinculándose claramente de cualquier partido político o sindicato que les atara “políticamente hablando”.

Sus planteamientos van un poco más allá del anterior grupo en cuanto a crítica se refiere. Realizan análisis completos, y bien desarrollados en términos de investigación, sobre la situación legal, ecológica, económica, demográfica... de las leyes que se van aprobando, del estado de zonas muy concretas que se están destruyendo, de los trapicheos políticos, sobre futuros proyectos urbanísticos, etc. Estos sirven a buena parte de la población, que no tiene acceso directo a dicha información o lo desconoce por completo, para hacerse una idea de lo que está pasando a su alrededor con cifras y estudios muy concretos.

Sin embargo, nunca terminan por relacionar, o cuestionar abiertamente, la especulación y la destrucción del territorio como consecuencia de un sistema productivo y social (verdadera raíz del problema) que no sólo arrasa con montes o provoca subidas en el precio de la vivienda, sino que también nos coloca a la clase trabajadora en una situación muy complicada. Demuestran su rechazo a la especulación urbanística como algo separado de todo lod emás, apostando por un “modelo de desarrollo sostenible” difícilmente aplicable a ojos de cualquier empresario emprendedor con ganas de conseguir dinero rápido y dentro del marco capitalista que sufrimos.

3. Por último, también a nivel estatal y donde obviamente nos incluimos debido nuestro planteamiento crítico, podemos englobar a aquellos grupos que relacionan el problema de la vivienda, la destrucción de la naturaleza, la especulación salvaje, la extensión del cemento... como epicentro de la economía actual y algo inseparable a otras consecuencias de la democracia capitalista (explotación laboral, subida de precios en los recursos básicos para la supervivencia, etc.). Aún contando con gran cantidad de textos e información que profundiza en lo dicho anteriormente, rara vez apuesta por movilizar a la gente, sacar esa crítica a la calle (excepto en conflictos muy concretos o ya desarrollados).

En este sentido, suele ir a remolque, sobretodo en la primera época de oposición en la calle a la especulación, de las convocatorias, manifestaciones... que se plantean desde plataformas unitarias, organizaciones ecologistas o asociaciones de vecinxs afectadxs por tal o cual proyecto. Una flojera que, después de unos cuantos años monopolizado por plataformas ciudadanistas que muchas veces recogían los frutos de una crítica mucho más incisiva, se está empezando a superar dirigiendo nuestro rechazo (propaganda, convocatorias, etc.) a socializar el problema y buscar puntos de unión con otros afectadxs.

Mucho ruido y pocas nueces

“A medida que la mierda fue seguida por las inundaciones, la sequía, las materias tóxicas, la seguridad sísmica, la polución atmosférica y los residuos sólidos, en el Ayuntamiento comenzó a hacerse evidente que las guerras entre los propietarios y los promotores se estaban luchando de hecho en un campo de batalla de una infraestructura que se desmoronaba”
(Ciudad de cuarzo. Arqueología de futuro en Los Angeles. Mike Davis)

Una vez hecho un breve repaso de estos grupos, nos gustaría indagar un poco más en la dinámica actual que caracteriza al grupo que más gente ha conseguido movilizar. Nos parece interesante por su calado a nivel social y las consecuencias que dicha dinámica tiene en el transcurso de las luchas contra proyectos del capital que interfieren en nuestro entorno y formas de vida.

En las primeras movilizaciones, estas plataformas, consiguieron un apoyo popular que dejaba entrever la gran fuerza con la que cuenta el movimiento contra la especulación para demostrar su rechazo y poner entre las cuerdas a políticxs y empresarixs. Un ambiente que ilusiona a cualquiera. De esta demostración de fuerza (grandes manifestaciones, caravanas para ser testigos directos de la destrucción del litoral...) se ha pasado a la repetición autómata, ultrafestiva y volcada en el merchandising puro y duro (tamboriladas, venta de camisetas, gorras, chapas, etc.) como formas de presión que, pasados unos cuantos años ya y testigxs atónitxs de la culminación de megaproyectos contra los que se protestaba, se han demostrado, cuanto menos, insuficientes e ineficaces.

Se aferran a una forma de contestación que refleja la falta de convencimiento para acabar con esta vorágine y la poca imaginación para poner en práctica otras formas de presión que conlleve resultados reales. Es decir, hacer autocrítica, emprender otros caminos y no acomodarse a lo cuantitativo, y estético, de estas luchas. En algunos puntos de la península (por ejemplo Murcia) ni siquiera se han llegado a utilizar (a gran escala) métodos muy básicos de presión, y al alcance de todos, llevados a cabo de forma satisfactoria por vecinxs o trabajadores/as en otras ciudades y pueblos, como pueden ser el tapiado de inmobiliarias, el bloqueo del paso a maquinas excavadoras, el agobio a políticxs y empresarixs, la ocupación de terrenos o casas, la paralización de obras, etc.

Por otro lado, y colaborando conscientemente con el anquilosamiento, podemos decir que los partidos llamados progresistas han engatusado a buena parte de estas organizaciones, con las consecuencias que conlleva, desviando el rechazo hacía otros derroteros menos incómodos. De un tiempo a esta parte vemos estancada dicha dinámica en un punto muerto de denuncias y recogida de firmas que no permite caminar más allá de lo que no sea dejar, como única alternativa, todo el apoyo social conseguido en manos de partidos políticos y abogadxs. Los cuales recurren, año tras año, a órganos institucionales controlados por los mismos que, a su vez, planifican el mercado inmobiliario y apoyan un sistema injusto para la clase trabajadora en general.

Si a este panorama, le sumamos la obsesión que tienen algunas organizaciones con presentar a la maquina urbanizadora como un monstruo intocable, algo difuso y al que no se le puede identificar, nos topamos con la realidad: Un movimiento que, en ocasiones y en algunos lugares, está limitado por su propia estrechez de miras.

Cuando una plataforma, por ejemplo, ha conseguido movilizar, en torno a una idea muy clara de rechazo, a gran parte de la sociedad que se siente afectada directamente, no puede encasillarse en métodos que a la larga no han conseguido, ni siquiera, cambiar el rumbo de algunos acontecimientos. Desde ese momento pasan a ser cómplices del inmovilismo y convierten en un folclore rutinario lo que en un principio era una demostración de fuerza contra algo. No consigue tan siquiera rozar los intereses de los magnates del cemento. Caminamos, sin pena ni gloria, ante los símbolos de la devastación como si de una visita guiada, a nuestro futuro más inminente, se tratase.

Por nuestra parte, no podemos pasar por alto el hecho de que esto haya ocurrido y siga ocurriendo mientras continúan aprobándose proyectos e iniciándose las obras de otros muchos, con la sensación de que se puede avanzar más rotundamente en nuestras convicciones. Tampoco podemos engañarnos a nosotroxs mismxs y achacarlo a la falta de información, porque estamos saturadxs de ella. Por lo menos, en lo que se refiere a la especulación inmobiliaria (jornadas, panfletos, videos, carteles, datos...). En este punto asumimos también, los que nos movemos, algunas veces, en los márgenes como si no pasara nada, nuestra poca capacidad de reacción y propuestas claras ante los cauces institucionales que han ido adquiriendo estas protestas. Procedimientos a los que se han sabido adaptar, incluso reciclar perfectamente a su favor, la clase política y empresarial.

Por eso mismo, dejamos caer una serie de propuestas, para quien quiera recogerlas, con las que dotar a la lucha contra la especulación de otras formas de presión e interpretaciones, como las que hemos ido presentando desde que comenzó este proyecto de boletín, que consigan dar una bocanada de aire fresco a la, en nuestra opinión, paralizada oposición al ladrillo.

-Bloquear por todos los medios posibles y a través de la acción directa de los propios afectadxs, sin intermediarios de ningún tipo, los proyectos que están a punto de iniciarse en el terreno o aprobarse legalmente.

-Mantener un acoso constante, tanto físico como de propaganda visible en la calle, sobre los culpables directos de la destrucción de nuestro entorno (tiendas inmobiliarias, constructoras, personajes políticos, empresarixs...). Señalar claramente, sin casamientos partidistas, el juego “legal” que los políticos hacen a los empresarios para culminar sus negocios redondos.

-Relacionar dentro todas estas iniciativas no sólo el daño ecológico que se está produciendo sino también las consecuencias laborales (subcontratación, precariedad...) y sociales (expulsión de población de renta baja...) que existen detrás de cada movimiento del capital.

¡Es hora de mover ficha! ¡Quién dijo que no se podía vivir disfrutando de nuestro entorno sin chupasangres ni especuladorxs!

Boletín informativo desde la calle. Septiembre de 2007

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