viernes, 28 de septiembre de 2007

NACE EL SAT, UN INSTRUMENTO NECESARIO


Fuente: Andalucía Libre

Lo dijo Isidoro Moreno en su saludo a la Asamblea Nacional Constituyente del SAT refiriéndose a su nacimiento: “Hoy se esta aquí demostrando que algunas veces las cosas necesarias, también son posibles”. No cabe mejor resumen del sentido político más profundo de lo ocurrido el pasado domingo 23 en Sevilla.

El 23 de Septiembre de 2007, en el abarrotado Paraninfo de la Universidad Pablo de Olavide, con la presencia de 500 delegados y delegadas –a los que había que sumar un buen puñado de invitados- se constituyó el Sindicato Andaluz de Trabajadores. Tres horas de Asamblea compartida, en un ambiente de entusiasmo y esperanza, dejaron fijada una fecha para la historia de Andalucía y de su clase obrera. “Un paso firme en la construcción nacional de Andalucía”




Comite Nacional del SAT electo en su Asamblea Constituyente


La Asamblea


El evento recibió una muy medida cobertura mediática. No obstante, la presencia allí de un amplio abanico de fuerzas políticas y sociales evidenciaba la trascendencia de la ocasión.

No era el acto de la Olavide un Congreso al uso y por eso no se había organizado para cumplir las funciones habituales de ese tipo de conclaves. Ni tampoco era su objetivo dar lugar a demasiados nuevos debates resolutivos. De ahí el énfasis en los saludos –y el tiempo que se les dedicó- o la forma escogida para votar, a mano alzada, incluso la composición de los órganos del Sindicato. Las discusiones preparatorias entre las fuerzas confluyentes ya habían producido el grueso de los textos que conferían nítidos perfiles al proyecto y ese día se trataba básicamente de revalidarlos, con alguna inclusión de sugerencias, para que cumplieran su función aglutinante durante el periodo provisional que se abría. Abordar las múltiples cuestiones pendientes que ha de discutir y resolver un sindicato de clase andaluz era –lógicamente- una tarea que quedaba para el mañana. Tiempo habrá para ello en el futuro.

De lo que se trataba en esa calurosa mañana del septiembre andaluz era de presentar un nacimiento, repasar apoyos, plantear un desafío y confirmar un compromiso. Y todo eso se cumplió con nota.

El éxito se media en la alegría serena de los presentes. En los aplausos a las simbólicas referencias hechas por varios intervinientes -quizá atrevidas, pero sinceras– a que de estar aquí Blas Infante, Diamantino García, Carlos Cano o el Che Guevara ‘seguro que estarían con el Sindicato’. Y en los comentarios favorables de los delegados entre intervención e intervención o al concluir la Asamblea, preparándose para retornar a todas las esquinas de Andalucía.

A la Asamblea Nacional Constituyente del SAT acudieron representaciones políticas del máximo nivel. Tanto de fuerzas que pidieron recientemente el NO al Estatuto de la Dependencia (llamado de ‘autonomía’) como CUT-BAI, Jaleo, Nación Andaluza, Partido Andalucista o PCPE como incluso de algunas de las que pidieron el SI, como Los Verdes, Izquierda Unida o el PSA. Buena señal el que aún así estuvieran presentes en la fundación de un sindicato que tiene claramente escrito entre sus fines la lucha por la Soberanía Nacional y el derecho a la autodeterminación de Andalucía.

De entre lo escuchado en sus intervenciones –que podéis ver a través de los enlaces incluidos en el texto- destacar por lo novedoso, por provenir de una organización hasta ahora exterior al proyecto y por sus positivas consecuencias si se ejecuta, el anuncio de Julián Álvarez -secretario general del PA- no sólo de afiliarse personalmente al SAT, sino también de impulsar la implicación de todos sus afiliados para fortalecer al nuevo Sindicato andaluz.

También saludaron a la Asamblea José Chamizo (que ostenta el cargo institucional de Defensor del Pueblo andaluz), el dramaturgo Salvador Tavora y Paco Casero (exdirigente del SOC).

Se contó con la presencia de profesores universitarios como Isidoro Moreno, Pablo Palenzuela o Lina Gavira (por cierto, la única mujer que se dirigió desde la tribuna al Pleno, como muy bien hizo notar) que dieron testimonio del eco obtenido por la iniciativa entre los intelectuales de izquierda.

Diversos colectivos y organizaciones como el Movimiento antiglobalización, el Centro de Estudios Históricos de Andalucía o Andalucía Libre también subieron al estrado para transmitir en directo y de viva voz su saludo a la Asamblea. Otras –como el Circulo Cultural Juan XXIII, Ecologistas en Acción o Becarios en Movimiento- lo hicieron a través de comunicados de los que dio cuenta la Mesa.

La solidaridad sindical internacional vino de la mano de las intervenciones de las delegaciones de la Intersindical Alternativa de Cataluña y de la Corriente Sindical de Izquierdas de Asturias. El sindicato vasco LAB remitió desde Euskadi un comunicado, que fue leído integro desde la mesa. Todas estas muestras de internacionalismo fueron respondidas con ovaciones.

También tomo la palabra Ricardo Rodríguez, Cónsul de Cuba en Andalucía, que agradeció el apoyo solidario recibido por la Revolución cubana desde nuestro país. Por cierto, fue este diplomático el único que en todo el transcurso de la Asamblea Nacional definió como “Región” a Andalucía; lo que denota, como mínimo y en el mejor de los casos, cierta desubicación política por su parte al hacerlo precisamente en el foro menos propicio para tales calificaciones en Andalucía. Salvo -desde luego- que el lapsus fuera consecuencia de consigna emitida desde La Habana.

La Asamblea siguió con especial interés la salutación y los argumentos del sindicato de profesores y de la administración USTEA, coparticipe en anteriores intentos unitarios y que hoy, de momento, no participa en el SAT. Desde la mesa se informó que CGT había sido invitada pero que no acudió.

Tras los saludos se expusieron las líneas maestras de la Declaración Conjunta de Intenciones y Acuerdos y de la Propuesta de Estatutos del SAT. Ambos documentos –que fueron ampliados en diversos aspectos recogiendo sugerencias expuestas ante el Pleno- están destinados a dar cobertura y articulación provisional al Sindicato hasta la celebración de su I Congreso Nacional, previsto para dentro de un año.

En la Declaración –entre otros acuerdos- se recoge el de funcionar por “consenso”; la unificación de denominaciones, siglas –en esta primera fase sumando las del SAT a la de los colectivos unidos- servicios, propaganda, finanzas, aparición en medios e interlocución. Se acordaba asimismo la “participación en los próximos procesos de elección de representantes de los trabajadores en los centros de trabajo donde se den las condiciones oportunas para ello”.

En los Estatutos –junto a un resumen de definiciones políticas e ideológicas- se dibuja una estructura para la fase provisional que prima la base territorial al objeto de favorecer la implantación inicial y la fusión de los colectivos sindicales unificados.

Las tareas

Se entiende que en la etapa inmediata ambas tareas: implantación y fusión son fundamentales y han de ir de la mano.

El recién nacido SAT –aunque cuenta con la participación y contribución de otras corrientes políticas, como la de la izquierda independentista y los no adscritos- es hoy básicamente la suma del SOC, Autonomía Obrera (de Cádiz), los sindicatos locales del Aljarafe y la Costa del Sol y el Foro Sindical Andaluz (la fracción sindical del PCPE, que aún integrada desde hace un tiempo en el SOC, preserva celosamente su identidad especifica). A través del SOC, recibe el apoyo de CUT-BAI e incluso en algunas comarcas de algunos militantes del PCE. Esta pluralidad política –junto a la diversidad territorial- tuvo reflejo equilibrado en la composición del Comité Nacional electo en la Asamblea.

El nuevo SAT –junto a la resolución de sus relaciones con USTEA que a su vez, tiene mucho que ver con la clarificación interna de este sindicato- tiene pendiente sumar al proyecto a varios pequeños sindicatos locales (SU, SDT, CTA…) que hasta el momento oscilan entre su incorporación a un proyecto nacional y su adscripción a una hipotética y enésima versión de una izquierda sindical estatal (una especie de ‘CGT bis’ pero que en lugar de ser de inspiración ‘libertaria’, fuera ‘marxista’, para entendernos). También ha de ser capaz de ganarse a los elementos sanos que restan en lo que se conoció como Sector Critico de CCOO o a los que reflexionen críticamente sobre la experiencia de CGT; sin que esos propósitos legítimos interfieran en la unidad de acción cuando esta sea pertinente.

El SAT cuenta a su favor con su definición nacional, que le da razón de ser; que deviene directamente de su mismo ámbito de actuación y que sus fines asumidos reafirman. Será el único sindicato existente que vea Andalucía sólo con ojos andaluces y que pueda decir con orgullo y coherencia que parte de la convicción de que “la emancipación de los trabajadores andaluces será su obra o no será”. Nace sin hipotecas, tutelas o dependencias y por ello, con la oportunidad de construir una acción sindical auténticamente acorde a las necesidades de la clase obrera andaluza.

Aún así, los desafíos inmediatos a que se enfrenta el SAT son enormes.

Internamente, ha de saber equilibrar la conservación del valioso patrimonio simbólico y militante de quienes suman fuerzas con la conciencia de que el nuevo sindicato –por su composición y por su necesaria ampliación a nuevas áreas comarcales y sectores productivos- no puede ni debe ser una mera prolongación de ninguno de sus componentes.

Sabiendo que un sindicato no es un partido militante ni un partido amplio, ni tampoco un movimiento o frente político; el SAT ha de construir su discurso y su practica, sabiendo combinar definición con pluralismo; dotándose de una imagen y personalidad sociopolítica propia que es imprescindible para su consolidación y expansión, sin que ello implique incomodidad sobrevenida para sus integrantes en su diversidad. Ejemplificando este criterio con un hecho del reciente pasado, no se entendería que el SAT no manifestara con claridad su rechazo al Estatuto de Dependencia –pronunciamiento consecuente al de su propia definición- pero de igual modo tampoco sería sensato que nadie planteara la exclusión de quienes individual o partidariamente mantuvieran otra posición.

Esta actitud incluyente ha de manifestarse –como hasta ahora- también en la simbología asumida por el Sindicato, primando lo que une sobre lo que separa –al margen de la valoración que cada cual pueda mantener sobre las razones o fundamentos de esta realidad- es decir, adoptando como propios sólo los símbolos nacionales andaluces y los de la clase obrera internacional –sus dos bases constitutivas- que todos sienten como propios; dejando a las diversas corrientes políticas que asuman por su cuenta –si así lo estiman conveniente- otros que usen para su identidad política singular.

Reflejo de lo mejor de la izquierda andaluza, el SAT tiene pendientes múltiples debates (deslocalizaciones, inmigración…) que vayan en su clarificación más allá de la mera ideología y que habrá de acompasar a su practica y a las responsabilidades que le vaya imponiendo su acción sindical.

De igual modo, la feminización del SAT –como reconocía el propio Cañamero en su discurso de clausura de la Asamblea Nacional- es una tarea prioritaria si se le quiere como real reflejo organizado de la clase obrera andaluza e instrumento eficaz para su emancipación. Sólo un 15% de mujeres en el Comité Nacional y su ausencia casi total entre quienes intervinieron ante la Asamblea, manifiestan la existencia de una carencia a la que hay que dar cumplida respuesta.

Surge el SAT en un contexto difícil (y más aún si viene demasiado pronto la recesión, con todos sus efectos sociales y políticos).

Desde hace demasiados años, el movimiento obrero andaluz está situado a la defensiva, acumulando derrotas y desmoralizado; peleando contra cierres y deslocalizaciones o sufriendo los embates de la precarización, la perdida de poder adquisitivo y el debilitamiento de su fuerza contractual que han venido imponiendo las políticas de colaboración de clases de las burocracias sindicales. Generaciones enteras de trabajadores andaluces han crecido conociendo sólo el retroceso y la insolidaridad. Revertir esta dinámica en lo concreto y acompañarla de iniciativas nacionales ofensivas (35 horas; Salario Mínimo a 1.000 euros; Convenio nacional del campo; presión sobre la Inspección de Trabajo, etc.) requerirá de mucho tino para encontrar las más adecuadas en cada momento y de mucho esfuerzo para definirlas, desarrollarlas y extenderlas.

Ciertamente, la constitución del SAT es una prueba positiva del fracaso del sindicalismo español en Andalucía –en todas sus versiones- pero no por ello desaparecerán de inmediato los nefastos efectos del control que sobre el movimiento obrero ejercen los aparatos burocráticos de CCOO-UGT y su aliado el Gobierno andaluz del PSOE. Superar esa presión será una difícil prueba para la que habrá que aprovechar toda la práctica resistente de quienes han hecho posible el SAT, sabiendo utilizar todas las tácticas, recursos e instrumentos que ha ido acumulando la experiencia centenaria del movimiento obrero andaluz e internacional.

Aún así, estas son fechas de esperanza y de alegría. Ha nacido el SAT.

Como dijimos en nuestro saludo a la Asamblea Nacional, ha nacido “un instrumento para la independencia de la clase obrera andaluza”, que seguro lo será también para avanzar hacia una autentica Andalucía Libre. Así pues: ¡Viva el SAT!.

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