lunes, 5 de febrero de 2007

BLAS INFANTE: UN ANDALUZ DE PENSAMIENTO ORIENTAL


Texto: Roberto Manzano

Hemos visto dos de los tres ejes sobre los que gira el pensamiento Infantiano: La fundamentación histórica de Andalucía en Al-Andalus –como última civilización genuinamente andaluza, donde ‘Andalucía fue libre’- y el concepto Universalista de Nación. El tercer eje, podríamos situarlo en el antagonismo entre Occidente y Oriente –a nivel conceptual y de valores-, entre una Europa –“España cabecera de Europa contra Al-Andalus”- y una Andalucía de valores Orientales. Para Infante, Andalucía representa la cabecera de Oriente en Europa, y por consiguiente, tierra fronteriza; el campo de batalla donde dos conceptos tan contradictorios en las formas de entender la vida pública, las relaciones entre personas, pueblos y territorios, así como los valores más íntimos del ser humano tales como su espiritualidad –en sus formas externas e internas-, vida familiar y social, se enfrentan en una lucha inconclusa, que solo puede finalizar por la deposición de la ideología de ‘trincheras’ que ha caracterizado a Occidente, donde la única posibilidad de entendimiento radica en la sumisión del ‘enemigo’ a sus imposiciones. El triunfo aparente y temporal de Occidente no se ha basado en la superioridad de las ‘ideas fuerza’ defendidas por Occidente, sino, muy al contrario, en la imposición por la fuerza de las armas de esas ideas, que en el campo de las ‘idea fuerza’ habían fracasado, como ya lo hemos visto a lo largo de la historia de Andalucía.
A pesar de la vorágine conquistadora de Occidente y de la imposición de sus parámetros sociales y políticos, de su filosofía vital y del ‘estilo’ que dimana de esa filosofía, en el fondo de la conciencia Occidental, se tiene el pesar de no haber conseguido imponer su ‘estilo’, justificándolo en la falta de entendimiento entre esas ‘culturas’. Este sentimiento, ya lo expresaba Rudyard Kipling cuando escribió: ‘East is East and West is West, and never the twain shall meet’ –Oriente es Oriente y Occidente es Occidente, y los dos no se encontrarán nunca-. En esta frase, se puede condensar todo el pensamiento conquistador Occidental, motivado por el despecho y la frustración que le produce el admitir que aquellos a los que ha sometido y conquistado, poseen algo que escapa a su poder, desconocido para el Occidental y que impregna toda la vida del ser Oriental, haciéndole impenetrable al acoso material e intelectual de Occidente: unos valores diferentes, que son el resultado de la materialización de un ‘ideal de vida’ basado en objetivos ininteligibles para el Occidental.
En Occidente, sigue instaurada en la psicología colectiva, la ideología de cruzadas que configuró la Europa moderna, y sobre la que Occidente basó su predominio material. A las cruzadas de la Edad Media, siguieron las guerras coloniales, mediante las cuales, además de conseguir el predominio económico y militar, se intenta imponer a los países colonizados los ideales occidentales de ‘Democracia, Derechos Humanos y Secularización’, como forma de superar el miedo al diferente, como valor sobre el que se han basado las agresiones occidentales a ‘los otros’, haciéndolos iguales a nosotros. Pero estos principios ‘Occidentales’, no podían calar en las sociedades Orientales. La política Occidental en Oriente, llenó a estos países de Dictaduras al servicio de los intereses de los colonizadores occidentales, donde la violación de los derechos humanos era práctica cotidiana, amparada por el colono occidental. La pretendida Secularización de la vida social, en unos casos, se hace a la fuerza, frente a una cultura que basa sus relaciones sociales en otros parámetros muy diferentes, y en otros, favorecen un integrismo religioso que les proporciona la herramienta necesaria para el control de la población, como por ejemplo el Wahabismo islámico de Arabia Saudita, favorecido por el gobierno colonial inglés, frente a otras formas mas progresistas de entender el Islam, como por ejemplo el ‘sufismo’, hoy en día prohibido y perseguido en este pais.
Uno de los episodios más recientes de esta relación Occidente-Oriente, ha sido la conversión de las Dictaduras impuestas por Occidente en los países orientales, en Democracias de corte occidental. Las consecuencias de las elecciones democráticas en estos países, ha sido la llegada a los órganos de poder en numerosos países de grupos ‘islámicos’, con un programa ‘nacionalista’, apoyados por amplios sectores de las poblaciones, en un inequívoco gesto de rechazo a la colonización política y económica occidental y a la imposición de sus formas culturales.
Ante esta situación de la expresión de la ‘voluntad popular’, base de la democracia, la respuesta de Occidente, ha sido una nueva agresión. En Argelia, tras ganar las elecciones un partido pro-islámico, estas son anuladas, por no ser los resultados del agrado del gobierno colonial francés, lo que ha originado largos años de guerra civil, y millares de muertos. En Palestina, ante la victoria de Hamas, Occidente reacciona con la retirada de la ayuda comprometida para la subsistencia de la población, acosada y empobrecida por la agresión Israelí. Irak se desangra en una guerra civil provocada por la brutal agresión de EEUU e Inglaterra. Irán y Siria, son continuamente amenazadas por EEUU y Europa. Afganistan, sigue sufriendo las consecuencias de la invasión norteamericana. Mientras tanto, el ‘nacionalismo islámico’, sigue creciendo en países como Egipto, Marruecos, Pakistán, India…acrecentando la brecha entre Occidente y Oriente.
El principal motivo de la creciente brecha es la no aceptación por parte de Occidente de gobiernos de corte ‘islamista’, en base a los prejuicios de la sociedad laica como única forma de entendimiento entre Estados. Una vez más, Occidente no ve la viga en su ojo. Mientras exigen gobiernos laicos a los países Orientales, en EE.UU. es imposible ser elegido para cargo público alguno sin demostrar unas sólidas creencias cristianas. En España, tras cuarenta años de Dictadura ‘Nacional-Católica’, la Iglesia Católica sigue influenciando en la política del Estado, participando en masivas manifestaciones políticas en contra de importantes avances sociales, como los matrimonios entre homosexuales, la reforma educativa, la investigación con células madre, o la reforma de los Estatutos de Autonomía. En Francia, Holanda, Dinamarca, Italia o Austria, ganan fuerza los partidos ultraconservadores, impregnados de ideología ultracatólica. Partidos gobernantes o con posibilidades de gobierno en Europa, se declaran Demócrata-cristianos, integrados en la Internacional Demócrata-cristiana, de la que forman parte partidos como PNV, PP o CIU, declarando al cristianismo como base de su ideología. Europa, consiente en su seno un “Estado Vaticano”, sede de la Iglesia Católica, con la consideración de Estado y los privilegios inherentes a ello, a pesar de incumplir numerosos tratados internacionales.
No fue solamente Blas Infante el que pusiera el acento en las relaciones Occidente-Oriente, como uno de los mayores problemas de la humanidad, y por ende, de Andalucía. Muchos intelectuales europeos, contemporáneos de Blas Infante, como por ejemplo, el ‘Orientalista’ francés René Guenón, ya nos advertían del peligro de una interpretación etnocéntrica del mundo, para el entendimiento entre las dos grandes ‘civilizaciones’ de la humanidad:

“Mientras que los Occidentales se imaginen que no existe más que un solo tipo de humanidad, y que no hay más que una sola ‘civilización’ en diversos grados de desarrollo, no será posible ningún entendimiento. La verdad es que hay civilizaciones múltiples, que se despliegan en sentidos muy diferentes, y que la civilización del Occidente moderno presenta unas características que hacen de ella una excepción bastante singular. Admitiendo incluso que sean efectivamente comparables, no se debería hablar nunca de superioridad o de inferioridad de una manera absoluta, sin precisar desde qué punto de vista se consideran las cosas que se quieren comparar. No hay civilización que sea superior a las demás desde todos los puntos de vista, porque al hombre no le es posible aplicar igualmente, y a la vez, su actividad en todas las direcciones, y porque hay desarrollos que aparecen como verdaderamente incompatibles. Pero es lícito pensar que hay que observar una cierta jerarquía, y que las cosas del orden intelectual, por ejemplo, valen más que las del orden material. Si ello es así, una civilización que se muestre inferior en el primer aspecto, aun cuando sea indiscutiblemente superior en el segundo, se verá aún desfavorecida en el conjunto, cualesquiera que puedan ser las apariencias exteriores; y tal es el caso de la civilización Occidental, si se las compara a las civilizaciones Orientales. Sabemos bien que esta manera de ver choca a la gran mayoría de los Occidentales, porque es contraria a todos sus prejuicios; pero, aparte de toda cuestión de superioridad, deben admitir al menos, que las cosas a las que atribuyen la mayor importancia no interesan forzosamente a todos los hombres en el mismo grado, que algunos pueden tenerlas incluso por absolutamente desdeñables, y que se puede dar muestras de inteligencia de otro modo que construyendo máquinas. Ya sería algo si los europeos llegaran a comprender eso y se comportaran en consecuencia; sus relaciones con los demás pueblos se verían algo modificadas por ello, y de una manera muy provechosa para todo el mundo”.

Compartiendo el mismo criterio que René Guenón, Blas Infante, expresaba su idea de caducidad de los valores Occidentales, producida por su propio agotamiento, al ser la causa de los problemas que –anticipándose a su tiempo- sufriría Europa: Económicos –producidos por el agotamiento de las reservas naturales-, medio ambientales –los métodos de producción y el sistema de vida Occidental están provocando cambios medioambientales que harán replantearse este sistema- y sociales –guerras contra los poseedores de recursos naturales y contra los que no comparten la visión del mundo Occidental-. A propósito del etnocentrismo europeo, y como paso previo para la recuperación de los valores propios de Andalucía, Blas Infante presagiaba:

“No confundamos. Una cultura se cree superior a otra cuando sus recursos técnicos son mayores; cuando ese campo de la técnica, que hoy se dice viene a ser neutralizador de las culturas, es más extenso o más potente. Ahora bien, ¿Cuándo los recursos técnicos se emplean por un pueblo, expresados, por ejemplo, en una superioridad militar o económica para dominar a otro, representan en sí mismo la superior cultura beligerante? Al contrario, la niegan.
Los grandes recursos técnicos desarrollados en la Guerra Europea, cuando desde las cabinas de los aviones descendían las bombas que asesinaban los inocentes de las ciudades indefensas; cuando los cañones de largo alcance sembraban la muerte con sus disparos de elevación, como si un mago infernal desde el cielo lanzara metralla sobre la tierra, ¿era un ‘espíritu’, era una cultura la que reñía contra otra? No, era la barbarie que desgarraba toda cultura. Cuando los españoles en Cuba o principalmente en Haití, país angélico traicionaban pactos y exterminaban razas, ¿era la cultura superior de los españoles la que allí imponía su superioridad? No. En aquel instante era la cultura del pueblo indio la superior, porque venía a encarnar en la angustia tremenda de su impotencia infantil, la justicia atropellada, el dolor escarnecido, los dioses violados, la ingenuidad pervertida, la pureza profanada: valores culturales.
Si una cultura determina a un pueblo y este a una cultura; si al ‘espíritu’ se atiende, no hay pueblos mayores y menores de edad; ni pueblos padres ni pueblos hijos; ni pueblos superiores ni inferiores refiriendo esta superioridad a la técnica. Arrogarse una tutela de un pueblo sobre otro, en nombre de la ‘mayoría’ de edad, de la paternidad o de la superioridad técnica es un crimen, y toda palabra un disfraz. Cuantas veces se usaron estas estúpidas palabras referidas a los pueblos, se vino a verter con ellas la rapacidad o el imperialismo”.


En este viaje virtual, que lleva a Infante desde el Occidente ideológico en que nació, por la acción asimilista de la conquista europea, hasta el Oriente cultural y metafísico al que le llevaron: su Intuición principalmente, y las influencias intelectuales de hombres como el arabista Asín Palacios, a través del cual conoce a personajes ‘Orientales’ de la cultura andalusí, como Ibn Massarrra y los sufíes de la escuela de Almería, hasta Ibn Arabi, (considerado en el mundo Oriental como uno de los grandes pensadores de todos los tiempos) sobre los que Infante fundamenta sus pensamientos de índole esotérica, ofreciéndonos el retorno al ‘espíritu’ de Al-Andalus, como respuesta a la ‘europa germanizada’, de valores exclusivamente materiales:

“El profeta de nuestros antepasados de Al-Andalus que, como todos los profetas, será nuestro profeta y el de todos los hombres libres, en tanto cuanto digan la verdad, anunció esta realidad incontrovertible: ¡Ay del día en que un espíritu no comprenda a otro espíritu! Porque el espíritu es espíritu como la luz es luz. El hombre cultural en ningún medio aparece forastero. Ama todas las culturas. Por la misma razón para los medios de otras culturas no son extranjeros”
(Blas Infante)

“En el naufragio de los valores clásicos europeos y españoles, está la oportunidad de la epifanía sin velos, relativa a nuestros propios valores”.(Blas Infante)

La conquista de Al-Andalus por la cristiandad, no fue obra de España –entonces existía simplemente como un concepto geográfico, sin implicaciones políticas, sino de Europa germanizada –en palabras de Infante-, que en forma de ‘cruzada’ envía sus ejércitos contra Andalucía. Los reinos cristianos del Norte de la península fueron la creación de Europa, la avanzadilla de esta, compuestos por repobladores venidos de los reinos europeos atraídos por las promesas de riquezas procedentes de la rapiña de Al-Andalus. España, -reduccionismo del conjunto de reinos cristianos del norte de la península ibérica- es el instrumento de Europa contra Andalucía, controlado por los reinos francos al norte de los Pirineos. Los únicos rasgos culturales genuinos en la península –para Blas Infante- son los andaluces, pues la cultura que se ha llegado a considerar española, aparte de la numerosa apropiación de los rasgos culturales andaluces, ha venido del norte:

“Y Francia fue la enemiga de aquella cultura. Y, tradicionalmente, los españoles europeizados vinieron siendo solo instrumentos de aquel gran país contra Al-Andalus. Francia fue el baluarte de Europa contra nuestra cultura, y mediante sus monjes, sus políticos y sus ejércitos, persuadió a España a determinarse contra su propia originalidad”.(Blas Infante)

“España, o la sustancia y la existencia propiamente españolas, continúan siendo unas realidades difusas, las cuales muy lentamente vienen desarrollándose o intensificándose en una evolución no ayudada por la consistencia de los españoles, creando un contenido para la forma unitaria, engendrada por medios tan artificiosos como las combinaciones dinásticas de pasadas vigencias representada por un Estado centralista, el cual solo en el apoyo de tradiciones ya desautorizadas funda su autoridad y tiene su asiento. Y, naturalmente, siendo difusos el ser y la existencia, este carácter han de tener también los ideales españoles y las orientaciones de la actividad española, en los órdenes todos, la cual actividad no podrá llegar a expresarse durante el imperio de tales tradiciones -¿porqué extrañar, pues, el que no exista un ‘ideal’ español, ni una constitución política o social puramente españolas, si el ideal actual de España es todavía ‘llegar a ser’, lo que, según Naturaleza, regida por el espíritu, debería ser? Esta es la verdadera realidad española”. (Blas Infante)

La vuelta de Andalucía a los valores Orientales de Al-Andalus, es cuestión de tiempo. Blas Infante, vaticina el fracaso de los valores Occidentales que han impregnado la política europea en los últimos siglos, fracasando en su relación asimilista con el resto de pueblos del mundo, a los que no ha conseguido imponer su cultura ni sus formas de vida, a pesar de la superioridad técnica. Blas Infante, no se equivocó, aunque el final de los valores Occidentales no estaba tan cercano como el suponía. Ese final intuido por Infante, ha comenzado a dar signos evidentes en el presente siglo XXI, con la amenaza del cambio climático, ya presente, provocado por la vorágine consumista y con las políticas militaristas que están poniendo al mundo al borde de la autodestrucción. El fin de los valores Occidentales, hará resurgir los valores andaluces, cuyo fluir subterráneo sólo espera que los andaluces vuelvan a sus raíces para organizar su futuro, en base a esos valores que Al-Andalus transmitió al mundo y que la Europa ‘germanizada’ vino a sustituir por los valores judeo-cristianos imperantes en Occidente.

“Para nosotros la dificultad es mayor aún al tener que investigar hasta las razones en las cuales se asienta la distinción individual, radical o autárquica de nuestro pueblo, para poder llegar a justificar no sólo esta distinción ante los demás pueblos, sino para venir a corroborar ante España y, aún ante los mismos andaluces, los fundamentos de nuestra propia actitud. Es pues, necesario seguir demostrando a las gentes que no somos unos ilusos, ofreciéndoles en evidentes objetividades sensibles los irrebatibles fundamentos, ‘verdaderamente prácticos’ que nos indujeron y que nos inducen a trabajar por la restauración de Andalucía, patentizando ante las conciencias de los demás el hecho indudable de que aprestarse a esta labor es tanto como tomar plaza de humanidad consciente ante la perspectiva ya cercana de aquellas crisis, mediante las cuales vendrán a ser definitivamente negadas la Europa romano-germánica y la España que a esa Europa sirviera de instrumento, principalmente, contra nosotros”.(Blas Infante)

Aunque los ideólogos del ‘pensamiento occidental’, nos quieran hacer admitir las raíces de la cultura occidental en la filosofía y cultura griega, la realidad es muy diferente: la cultura griega, preservada por Roma, comienza su decadencia a raíz de la irrupción en el Imperio Romano de la filosofía judeo-cristiana, radicalmente diferente de la griega, introducida en el Imperio tras el concilio de Nicea, al ser proclamado el Cristianismo Trinitario Católico religión oficial del Imperio, por los intereses e imposición del emperador Constantino. A raíz de este hecho, se suceden las persecuciones contra todas las sectas cristianas consideradas heréticas, así como contra todo aquel que defendiera un pensamiento diferente del proclamado por la ‘iglesia oficial’. Europa se desangró en guerras religiosas entre las distintas sectas cristianas, hasta que se consumó la hegemonía católica Trinitaria.
La filosofía judeo-cristiana, comienza a cabalgar por Europa. Las bases filosóficas de esta fuerza hegemónica, impregnarán la política europea hasta nuestros días. Tanto para judíos como para cristianos, ellos son el pueblo elegido por ‘Dios’, su representante en la tierra, siendo esta objeto de su uso y abuso. Este concepto de ‘pueblo elegido’, es la base del etnocentrismo practicado por Occidente, el que le permite imponer al resto de pueblos su cultura y sus formas, despreciando todo cuanto sea diferente.
Europa, pierde la filosofía griega, para entrar en un mundo de dogmatismo, prejuicios, e imposiciones, todo lo contrario de lo que aquella filosofía representaba. Pero, por suerte para nosotros, aquella filosofía no se perdió por completo. Tuvieron que ser los ‘sabios’ andalusíes los que rescataran las obras de aquellos autores griegos, perdidos en la oscuridad y en la uniformidad de la Europa Trinitaria Católica. En Al-Andalus, se tradujeron al árabe las obras de Platón, Aristóteles, Sócrates, Eurípides, Palmenides, Eraclio, etc…Europa recupera Grecia a través de Al-Andalus, mediante las traducciones, comentarios y superación de la filosofía griega, al mezclarla con el rico bagaje cultural andalusí, mezcla de las nuevas ideas llegadas de Oriente y del acerbo cultural propio. Hoy, por ejemplo, no conoceríamos a Aristóteles sin Averroes. El ‘Renacimiento’ europeo, no hubiera sido posible sin Al-Andalus, pues como demuestra el afamado arabista Juan Vernet en su obra “Lo que Europa debe al Islam de España”, el ‘Renacimiento’ es fruto de la influencia andalusí, cuando no una simple transliteración de un Al-Andalus ya conquistado, a la península Itálica. La nueva filosofía llegada a Europa con el ‘Renacimiento’, no duraría mucho, pues el pragmatismo judeo-cristiano, terminaría por arrinconar los valores Renacentistas.
Otro aspecto de la intransigencia Occidental, es la no aceptación de las críticas a su civilización, sintiéndose permanentemente agredidos por aquellos que están en desacuerdo con su proceder. Ante un comentario como los vertidos en estas páginas, siempre habrá quién salga en ‘defensa’ de la civilización Occidental por considerarla atacada. Nada más lejos de nuestra intención, pues solamente pretendemos expresar una crítica desde el punto de vista ‘Infantiano’ y el deseo de la superación de los antagonismos heredados. Pero no somos los primeros en advertir el problema ni en analizarlo. Ya, a principios del siglo XX, René Guénon en su obra “La crisis del Mundo moderno” analizaba con gran brillantez la civilización Occidental y su necesidad de defenderse de las amenazas exteriores:

Algunos hablan hoy de “defensa de Occidente”, cosa verdaderamente singular cuando, como veremos más adelante, es Occidente quién amenaza con sumergirlo todo y arrastrar a la humanidad entera en el torbellino de su actividad desordenada. Singular, decíamos, y completamente injustificada, si se entiende, tal como parece a pesar de algunas restricciones, que esa defensa debe estar dirigida contra Oriente, pues el verdadero Oriente no piensa en atacar ni en dominar nada, ni pide tampoco nada más que su independencia y su tranquilidad, lo que, se estará de acuerdo en ello, resulta completamente legítimo. La verdad, sin embargo, es que Occidente tiene en efecto una gran necesidad de ser defendido, pero únicamente de sí mismo, de sus propias tendencias que, si son llevadas al extremo, le conducirán inevitablemente a la ruina y la destrucción. Por lo tanto, es de “reforma de Occidente” de lo que habría que hablar, y esta reforma, si fuera lo que debe ser, es decir, una verdadera restauración tradicional, tendría como consecuencia natural un acercamiento a Oriente. Por nuestra parte, no pedimos sino contribuir, en la medida de nuestros medios, a esa reforma y a ese acercamiento, si es que todavía se está a tiempo y si tal resultado puede lograrse antes de la catástrofe final hacia la que la civilización moderna camina a grandes pasos; pero incluso si fuera ya demasiado tarde para evitar la catástrofe, el trabajo realizado con esa intención no seria inútil, pues serviría en todo caso para preparar, por remota que sea, la discriminación de que hablábamos al principio y asegurar así la conservación de los elementos que deberán escapar al naufragio del mundo actual para convertirse en los gérmenes del mundo futuro”.

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