Hoy voy a abordar una vez más el tema espinoso de "los judíos". Porque esto, hablar de los judíos, como ocurre con el otro tristemente emblemático asunto vasconacional, es un tema cuanto menos morboso y vidrioso.
Por: Jaime Richart (Para Kaos en la Red)
Pero yo no me dedico a mirar a otro lado en los asuntos delicados por definición, como hacen muchos intelectuales malabaristas de las palabras que escriben de cualquier futilidad para evitar precisamente pronunciarse sobre los temas espinosos. Pero miren vds por dónde, una de las funcionalidades de Internet puede ser ésta: poder tratar ciertos asuntos de la manera que no es posible abordar en los medios que sólo se atienen a las verdades acuñadas según los catecismos globalizadores...
He de advertir, porque nobleza obliga, que no tengo nada contra los judíos. Al contrario, a su cultura pertenecen innúmeros egregios. No tengo en realidad nada contra nadie en concreto que no haya sido o sea un desalmado acogido a la protección que le confieren los Estados. Pero mucho menos contra razas, etnias y culturas concretas. Si acaso mi inquina actual pasa por un enorme desprecio por los electores norteamericanos que tras la comprobación de las mentiras colosales que intentaron justificar la invasión de Afganistán e Irak, volvieron a elegir al jefe de la banda. Pues para mí, eso es como haber vuelto a reelegir para dirigir a un pueblo a un asesino de masas. Pero en fin, esta realidad evidentemente es otra cuestión...
El caso es que en el siglo "definitivo", éste de las Nuevas Luces, cuando sin existir una Ley Universal dictada por el concierto de las naciones, ni siquiera otra promulgada por el Imperio Norteamericano, al mundo, de una manera entre instintiva y deliberada, los opinadores de la realidad siguen dividiéndolo étnicamente, entre judíos por un lado y gentiles por otro. Y, por ejemplo, después de las movilizaciones sobre el mismo asunto, después de las conmemoraciones y de las reacciones de contrario, ahora vuelve el Papa a rendir homenaje a las famosas víctimas del Holocausto en Viena. ¿Y para qué? Pues para el mercachifle propósito de frenar el declive de la Iglesia austríaca. Es decir, el Holocausto se ha convertido en un icono de muchas cosas y además un producto comercial más tanto para lavar el dinero de las conmemoraciones hasta para corregir apoplejías espirituales. El caso es que el mundo estará muy "globalizado", pero sigue partido sólo en dos, en el que la otra parte sigue siendo también la de la causa y universo judíos.
Cuando el lenguaje, el espíritu y los hechos de la globalización van orientados desde los centros de dirección a igualar conceptos, a difuminar distinciones, a suprimir las ideas diferenciadoras de los seres humanos sobre razas y colores; cuando ha tomado cuerpo la famosa frase: "ya no hay diferencias, todos somos personas": ya no hay jóvenes y viejos, mujeres y hombres, españoles y australianos, italianos y maoríes... distinciones que quedan sólo para el pasaporte; cuando el credo democrático se impone y señala la mundialización como el principal objetivo; cuando ocurre todo esto, el mundo institucionalizado sigue empeñado en destacar ñoñamente a unas víctimas concretas, las víctimas judías del no menos famoso Holocausto nazi, despreciando a las demás. Porque a esto, acotado así, le sigue la pregunta: ¿y qué me dicen ustedes de los millones de zíngaros, y de los millones de tullidos, y de los millones de donnadies que pese a no llevar sangre judía ni zíngara murieron a manos de la misma causa abominable? ¿Por qué, a qué viene este empeño en reverdecer, en no olvidar, en remover un avatar histórico de hace casi un siglo, aislándolo y tratándolo por separado de los 30 millones que se calculan víctimas de la segunda guerra mundial? ¿Quién ha movido un dedo, por otro lado, para rememorar, para llorar el Holocausto del indígena americano a manos de españoles en el Sur y de anglosajones en el Norte cuando sus descendientes en muchos casos siguen ahí aunque muchas etnias sufrieron el etnocido o el genocidio completo? Nadie.
Esta perpetuación de la distinción entre judíos y gentiles en el planeta, la única que en la cultura judeocristiana se quiere siga vigente, lleva camino de refrendar el fin de la historia, pero de la historia bíblica según la cual el pueblo judío es el elegido de Yavé. Pero por esta misma razón, el recuerdo de semejante privilegio, estas efemérides absurdas, estos homenajes, esta prosopopeya aplicada a un suceso histórico lo único que pueden provocar es un nuevo odio universal hacia el pueblo judío que éste es de suponer no desea concitar nuevamente sobre sí.
Y a todo ello hay que añadir que si el pueblo judío sufrió, fue quizá por la distorsión aplicada a su protagonismo como cooptador económico en la sociedad. Hoy día está muy claro quién manda en el ámbito económico: multinacionales y sus estructuras de concertación, formalizadas e informales. En el político el poder sigue, a pesar de la fragmentación étnica y comunitaria, en manos de los Estados. Pero en lugar de hacer los Estados el papel de contrapoder frente al omnímodo económico, pásmense ustedes, lo que hacen es secundar, ayudar y reforzar al poder difuso transnacional económico. De nuevo Marx, revisado. Porque en esto, no hay quien no sepa que los descendientes de las víctimas del Holocausto judío, siguen, como siempre, siendo las grandes propietarias del mundo y de las riquezas. ¿Qué tendrá esa raza o esa etnia o esa cultura, como quieran ustedes, sin patria o de una patria artificial desde 1947, fecha de su creación, donde reside una ínfima parte de sus individuos, para, de una u otra manera, condicionar constantemente los avatares sangrientos de la Humanidad? Es un enigma que sólo lo descifraremos cuando el destino nos alcance...
sábado, 8 de septiembre de 2007
EL PUEBLO JUDIO
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